La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
Su propio afán
ACIERTA José Joaquín León cuando, hablando de Ciudadanos y, sobre todo, de Podemos, aventura: "Los partidos indefinidos no van a pactar en Andalucía, ya que en ese caso se definirían". Tiene, desde luego, toda la razón, la razonable, la lógica, la estratégica, pero la tiene sobre el papel. En Podemos, en cambio, hay mucho ruido de cables, y discuten en las redes sociales cómo se aupará a Susana Díaz, bajo qué condiciones o si incluso sin ellas.
Lo cual traicionaría a los votantes de Podemos. Siendo antisistema, no se les presupone un especial interés por sostener el sistema. Así, Podemos se identificaría con la casta y con la más castosa (más de treinta años en el poder). Beneficiaría, además, al PP, al que regalaría la exclusiva de la oposición, apuntalando el bipartidismo y cediendo la marca de la novedad a Ciudadanos, que anda silente y feliz. El tiro en el pie que se pegan es de tal envergadura que en Cádiz capital, donde han ganado las elecciones, apuestan por apoyar al PSOE para echar a Teófila. ¡Apoyar (ellos) al PSOE!
Para colmo, una paradoja. No es la sección andaluza de Podemos (Teresa Rodríguez y Jesús Rodríguez) la que está por facilitar las cosas a Susana. Esto podría entenderse por el famoso magnetismo de las moquetas. Es la dirección en Madrid (Pablo Iglesias y Ángela Ballester) la que quiere. Y eso que ellos serían los grandes perjudicados en las próximas citas electorales. Los votantes identificarían a Podemos como una marca blanca (o violeta) (o compañeros de viaje) (o tontos útiles) del PSOE.
Esto, entonces, ¿cómo se explica? Lo más fácil es pensarles cegados por el prejuicio izquierdista, según los caducos esquemas del siglo pasado, pero, igual que en el ajedrez cada contrincante ha de asumir que el otro juega según las reglas y con algún sentido, el columnista está obligado a presuponer alguna racionalidad en el político. Probemos. En ese afán del núcleo duro de Podemos de ser muy blandos con Susana Díaz, veo un caso de hybris de libro. Pablo Iglesias, quién sabe si siguiendo los cantos de sirena de Bono y de Zapatero (buenas sirenas ambos), empieza a verse como el gran líder de la izquierda, de toda la izquierda. Y procede, en Andalucía, a dar el abrazo del oso al PSOE o a emplear la táctica del Caballo de Troya. Es un plan osado y peligroso, casi increíble; pero, sopesando todas las variables, intenten dar otra explicación de lo que pasa.
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