En tránsito
Eduardo Jordá
Sobramos
EL Periódico El Guadalete del 19 de febrero de aquel año 1891 menciona una reunión en casa de Don Enrique del Toro, hijo del mencionado, para constituir la que sería nueva y definitiva Junta Administrativa de Procesiones, actual Consejo de Hermandades de la ciudad, que marcaría los destinos de nuestra Semana Santa. La misma, había congregado al canónigo de la Catedral Sr. Cerero y a priostes y mayordomos de las cofradías de Santo Entierro, Descendimiento, Piedad, Veracruz, Ecce-Homo, Dolores de Servitas y Afligidos. Quedó compuesta por el mencionado deán y por los vocales Enrique Pastrana, Alejandro Lallemand y secretario José María Lemos, todos ellos presididos por Don Cayetano. En esta importantísima reunión, se fijó como prioritario las entrevistas con los mandatarios de los máximos organismos de la ciudad: Obispado, Ayuntamiento y Casa Capitular, con objeto del patrocinio de este bello pensamiento y que concedan subvenciones pertinentes.
En este año, pudimos gozar de procesiones todos los días, a excepción del Lunes Santo. El citado rotativo, indicaba el lujo y la atracción de numerosos forasteros.
Muestra de la caballerosidad y gratitud de nuestro excelso fundador, también fueron las cartas de felicitaciones enviadas tras la Semana Santa a diferentes periódicos locales estimando "la cooperación a este bello sentimiento, rogándolo lo continúe". Estos escritos se publicaban con firma de la propia Junta de Procesiones y hermanaba aún más todo lo expuesto.
Fue en la siguiente Semana Santa de 1892 donde se apreciaron cambios de gran notoriedad, todo ello arrastrado por un gran sentimiento congregado. Las continuas reuniones en casa de la familia del Toro con los miembros de la Junta, daban los frutos pretendidos y su excelente portavoz, daba buena nota de su sapiencia y buen hacer ofreciendo múltiples proyectos. Uno de los más notorios de entre ellos fue una novedosa rifa de valiosos objetos, realizada con la esencia de obtener cuantiosos beneficios. La misma se hizo a imagen de la realizada por la Junta Protectora de Escuelas Católicas y aprovechando la Feria de Navidad. Para ello, se solicitó la ayuda de diferentes entidades y personalidades gaditanas que donaron regalos para la misma. Casino Gaditano, Diputación o el propio Consistorio contribuyeron con hermosísimos presentes para dicho sorteo.
La unión de los diferentes gremios de la ciudad en un mismo y bello pensamiento se hacían de vital importancia. A su vez, había comenzado un verdadero espíritu de cambio en nuestras cofradías y las mismas enfatizaban sus procesiones con estrenos de importancia. Citamos entre otros, los cuatro candelabros de plata del paso de Piedad, el arreglo del paso de la Santa Mujer Verónica de Los Afligidos así como túnicas para penitentes en ésta y en Ecce-Homo, donde la Virgen llevaría una camilla en su paso y el Señor estrenaría un nuevo cordón de oro costeado por la Hermandad.
Se preparaba una gran Semana Santa con renovados signos, pero la privilegiada mente de Don Cayetano aún quiso ir más allá. Para sorpresa de todos y como claro símbolo de la búsqueda del beneficio para las cofradías, la importante Junta remite la siguiente carta al alcalde Sr. D. Francisco Meléndez y Herrera. "La Junta Administrativa de Procesiones de Semana Santa al constituirse ha nombrado a V.S. su Presidente honorario en justa deferencia no solo al puesto que tan dignamente ocupa, sino también, y muy especialmente atendiendo a su reconocido amor y celo por los intereses de Cádiz. Lo cual tengo el honor de comunicar a V.S. para su conocimiento y satisfacción".
Estimamos también digno de consignación, que en algún que otro periódico ya se hacía eco en reseñar a aquel hombre religioso, ataviado de túnica toda la semana y ayudando desde su posición en cada cortejo procesional, El Guadalete de 25 de agosto: "Toro en Cádiz ha andado toda la Semana vestido de penitente".
Por cierto, aquel grupo referido anteriormente y al que denominamos cariñosamente sus apóstoles, estaba compuesto por estimados cofrades, hoy día desconocidos, y que ocupaban cargos en diferentes juntas de cofradías a la vez, fueron definitorios no solo moviendo los hilos de las mismas sino con su gran apoyo al Presidente. Claros ejemplos son los señores José María de Lemos, Prioste de Columnas y Secretario de Santo Entierro o el señor Lallemand, Prioste de Ecce-Homo y secretario Columnas.
Ya en 1893, fue notoria la anécdota del señor Del Toro fruto de su interés por recuperar valores perdidos. Se contaba en los rotativos la controversia que tuvo con el obispo Ilmo. Sr. Calvo y Valero a cuenta del acuerdo que tenía cerrado para que la carroza del Santo Entierro, fuese tirada por caballos. Esto provocó la oposición del prelado, que lo veía como algo profano y se pronunció diciendo que tendría que consultar nada menos que al Vaticano… la cosa quedó ahí y don Cayetano desistió de la idea.
En este año, se volvieron a colocar las barandas que años antes se usaban en la calle Ancha para que los fieles no entorpecieran el paso de las procesiones. Así mismo, se hicieron novedosas pruebas de alumbrado eléctrico en algunos pasos.
En 1894, ostentaba el señor Del Toro puesto como presidente en la Diputación Provincial. Muchos serían los avatares que asumiría en sus castigadas espaldas para beneficiar a su querido pueblo. En el apartado que nos ocupa, las reuniones de la Junta que presidía, las llevaría a cabo en el antiguo Palacio de la Aduana. Era tal su preocupación, que de condición particular mandaba telegramas a modo de certeros apuntes al entonces alcalde, Antonio Castro, recordándole por ejemplo, pidiera a Ferrocarriles "la anticipación del servicio de trenes de verano, con objeto de facilitar la concurrencia de forasteros a la próxima Semana Santa".
Pero como en otras facetas, era destacable su gusto buscando la mayor estética y brillantez de estos actos penitenciales. En la misma carta referida, se hace eco el capitular encargado de estos menesteres y gran aliado de estos cofrades de la época, don José Rivas y García, de los deseos de D. Cayetano "que se interrumpa el alumbrado de electricidad de las calles donde pasen los cortejos, dejando solo las lámparas de gas para mejor resultado de las procesiones". De esta forma y con lo anteriormente expuesto, conseguiría un hermoso y devocional efecto ya que la atención del público, se concentraría claramente en la luminosidad de los pasos.
Los principales fines de nuestra primogénita Junta de Procesiones quedaban claramente definidos por su presidente en un documento con fecha 24 de noviembre de 1895: "contribuir a ensalzar los Dogmas de la Religión Católica, como así mismo favorecer los intereses de los industriales y jornales de esta Ciudad". Las manifestaciones de culto externo que venían de algunos años celebrándose estaban en claro y creciente esplendor en nuestra localidad y no sólo respondían a los sentimientos piadosos de la mayoría del vecindario, sino que contribuían también y de modo muy notable al desarrollo de los intereses materiales de Cádiz, porque la fama tan justamente instituida de sus procesiones, atraía un notorio número de visitantes con las consiguientes ventajas para la industria y comercio locales.
Aquella contagiosa energía, aquel flujo de corriente que había provocado dicha comisión, quedaba plasmada en los periódicos de este mismo año: "Nuestro convecino don Cayetano del Toro, este año, prométese brillantes resultados, en la organización de las próximas fiestas religiosas. (…) Propónese la Junta y su iniciador el señor del Toro, darle mayor ostentación, esta vez a las procesiones, introduciendo originales reformas que den novedad y atraiga al público de los pueblos convecinos. (…) Propónese este año darle a las procesiones, a ser posible, el mismo carácter, en cuanto a trato que a las de Sevilla, dejando a estas solo, porque no es posible, en nuestro sentir, la copia, el carácter típico y especial que ellas de suyo tienen".
De muy merecida mención, fue la cesión por parte de D. Cayetano de una imagen de Nuestra Señora de las Angustias a la Junta de Procesiones. La misma, obra de Olot, fue comprada en Madrid en el año 1893 junto a un San Juan del que hoy día se desconoce su destino. Nos consta que en el año de 1896, fue vendida por un precio de 500 pesetas a la Cofradía de Buena Muerte, que aún carecía de dolorosa propia. Actualmente la podemos contemplar en la iglesia de Santa María.
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