Enrique / García-Máiquez

Diagnóstico prenatal

Su propio afán

14 de abril 2015 - 01:00

HOY se vota en el Congreso la mini reforma del PP del aborto. Tras la gallarda dimisión del anterior ministro de Justicia, el asunto parece silenciado. Lo que se explica por la satisfacción con el status quo del arco parlamentario en pleno y la casi unánime de los medios. El cuerpo del electorado se ha sumado a esa pax romana dando soberanamente la espalda a los partidos (Vox, Alternativa, SAIn) que defienden la vida. Las altas instituciones del Estado se apuntan a la indiferencia y, como muestra, un botón: el Tribunal Constitucional no ha tenido aún a bien dictar sentencia sobre el recurso de inconstitucionalidad que interpuso el PP de antaño. Sin embargo, por debajo, se han producido ciertos movimientos. El PP de hogaño ha tratado de contentar a sus bases y tal vez a su conciencia con un cambio mínimo: exigiendo autorización paterna para el aborto de las chicas menores. Es una elemental argucia de marketing, porque aquella medida de Ley Aído fue lo que más escandalizó a una sociedad abortista que no quería renunciar tampoco a un digno gesto pro-vida.

Pero no ha colado del todo. Un puñado de diputados y senadores del PP decidieron no votar esta reforma por oportunista y contraria al programa por el que fueron elegidos. Es un deber y un honor consignar sus nombres: Lourdes Méndez, José Eugenio Azpiroz, Javier Puente, Gari Durán, Ángel Pintado y Luis Peral. Podrían haber hecho más, pero en un país en que casi nadie puede hacer menos, su mérito está ahí. La dirección del PP les ofreció, a cambio de su voto, recoger en la nueva ley que el aborto no es un derecho, aunque sin cambiar nada práctico. Los díscolos no han aceptado. Y el PP, entonces, ha retirado de inmediato su oferta, ya se ve que basada en sólidos principios.

Aunque ha pasado casi desapercibido, este último movimiento demuestra dos cosas. Que el PP sabe que se le ha abierto una pequeña vía de agua electoral, significativa como para tomarse una molestia. Y que la postura de Gallardón no fue vana. Marcó una línea roja. El ex ministro hizo una nítida defensa del derecho a la vida de los discapacitados y aborreció del aborto eugenésico, una discriminación impúdica y rampante, práctica nazi a poco que se piense. Eso ha calado. Ya ningún pro-vida, aunque existan sus diferencias de estrategia, dará por bueno menos, ni como mal menor. La eugenesia es inadmisible; la defensa de los indefensos, innegociable.

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