Enrique / García-Máiquez

Pedir las cabezas

Su propio afán

15 de abril 2015 - 01:00

SE olvida que todo está conectado y más en la cultura, que lo engloba todo. Cuando se comenta que estamos en una cultura de la imagen y que el universo Gutenberg se extingue, pensamos en alegres pantallas de colores y libros con ilustraciones que importan más que las letras. El cambio, en cambio, es mucho más global y profundo y afecta a todos los órdenes. Puede verse, sin ir más lejos, en la actual política andaluza.

Lo prueba la exigencia de las cabezas de Griñán y de Chaves por parte de Podemos y Ciudadanos, que de tanto insistir empieza a parecer ya la única exigencia en juego. Para una mente formada en los libros de antaño, presenta aspectos incomprensibles. Por un lado, el asunto está donde tiene que estar, en manos de la Justicia. Por otro, está algo alejado del gobierno de Andalucía que se dilucida en las negociaciones. Escapa del control directo, legal (otra cosa es el funcionamiento interno de los partidos) de una presidenta de la Junta. Ni un diputado ni un senador dependen de San Telmo.

Sobre el papel, lo propio sería negociar muy duramente medidas de gobierno para la próxima legislatura y proponer una buena lista de condiciones que sí están en manos de los próximos consejeros de la Junta y que falta nos hacen. Sin embargo, ya ven, tanto Podemos como Ciudadanos no cejan en su empeño y, cuanto más se enroque uno, más lo hará el otro. Desde una óptica de política moderna, no resulta muy ortodoxo.

Desde la óptica visual de la política postmoderna, sin embargo, todo encaja. Los nuevos partidos emergentes, que no por casualidad son los que dominan los nuevos medios y el lenguaje último, se empeñan en esas cabezas porque saben lo que se hacen. Buscan una imagen poderosa, aunque sea metafórica. Necesitan asomarse al balcón de las negociaciones con un trofeo en las manos. Es una estética un tanto primitiva, pero tremendamente actual, idéntica, por tanto, a Juego de tronos, que no en vano es la serie de culto de la elite de Podemos.

Cualquier otro resultado de las negociaciones parecerá al público odemasiado ininteligible (estaríamos hablando de la "letra pequeña") o fruto de turbias confabulaciones y cambios de cromos en la sombra de siempre. La cultura de la imagen no son sólo las fotos de Instagram y los inofensivos selfies pasmados. Es también esto. Las exigencias efectistas y cinematográficas incluso en la política autonómica. Han venido para quedarse.

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