La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Su propio afán
TENGO que explicarme muy bien, porque el divorcio da lugar a enconados conflictos, aunque el tema se toque solamente en abstracto. He de decir, me temo, que me ha alegrado que la revista Circulation publique un estudio de la Universidad de Duke (Carolina del Norte) en el que se demuestra que el divorcio incrementa el riesgo de infarto.
Por supuesto, buena salud se la deseo a todos. No celebro que exista ese riesgo. Tampoco, por muy letraherido que sea uno, que devenga real y contemporánea una vieja metáfora. Los románticos corazones rotos están, ya ven, científicamente probados, pero mejor si fuesen un tropo manido y nada más. No me alegro de la noticia, sino de que nos la den, aunque sea mala. Tengo la sospecha de que a la opinión pública se le embellece el divorcio (se le tunea) y, en consecuencia, no se ofrecen todas las herramientas de juicio a las parejas con problemas.
Éste no es un artículo anti-divorcista, sino a favor de la honestidad informativa de los medios, y también del cine y la televisión. Yo no querría que se escribiese el libro negro del divorcio, me bastaría el libro gris, esto es, uno que pusiera en la balanza lo positivo y lo negativo con ecuanimidad.
Como se nos narran las cosas, parece el libro rosa; como si un divorcio fuese un alegrón para ambos cónyuges y la comunidad. Hasta se organizan festivas despedidas de casado según el modelo de las de soltero, todo el día despidiéndose. En algunos casos, no digo que no, pero ¿es así en general? Hay una mística de la segunda oportunidad y del rehacer la vida que peca de notorio optimismo. Una parte, al menos, suele sufrir lo suyo, y lo más feo del divorcio es que siempre sufre más la más inocente, la persona que más quiso. Podría suceder que aquí, encima, no haya paridad y que estadísticamente sean las mujeres las que peor lo pasen. Con los infartos, ocurre: el riesgo es mayor para ellas, como explica Linda George, autora del estudio. Luego están, ay, los hijos. Y, más allá, el patrimonio familiar queda asolado.
El divorcio puede resultar irremediable. Pero ¿no le creamos una leyenda edulcorada que exagera la nota feliz? Eso añade al desgaste psicológico y al cardíaco del que habla el estudio, un factor nuevo: la mala conciencia personal. "Si todo el mundo lo lleva tan bien, ¿por qué nosotros tan mal?", se reprochan a sí mismos prácticamente todos. Una visión estereoscópica sería más saludable.
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