Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
TRIBUNA LIBRE
LEO con atención la columna que ha escrito señor Santiago y he de decirle que ya no me sorprende lo más mínimo. Las atalayas, incluso las de la información, hay que usarlas para mirar y ver lo que tenemos a nuestro alrededor pero creo que usted se ha dado de bruces contra algún edificio moderno de esos neoliberales que le rodean. Y es que no acierto a comprender como un periodista que, dicen, es accionista minoritario de un medio de prestigio como es El País, y que tendría, al menos, que haberse leído el libro de estilo de ese mismo medio donde parece ser que comparte usted cargas y beneficios. En el mismo seguramente dirán que un periodista tiene que contrastar la información y hablar con todos los actores de la noticia. De usted poco puedo ya esperar en ese sentido porque, a pesar de estar desde hace ya más de un año hablando de mí y de mis decisiones políticas, aún no tengo el gusto de conocerle en persona ni saber como es el timbre de su voz al teléfono. Diferente por tanto a otros muchos compañeros suyos de profesión que si que se han interesado por conocer de primera mano, la realidad, o al menos las diferentes realidades que pueden inferirse de una situación muy concreta como es Chiclana, su pasado, su presente y su futuro.
Al igual que existen actores en este teatrillo que a veces parece que es la vida pública, también están los apuntadores. Aquellos que no valían para actores o no daban la talla y se dedican a decirle a los actores lo que tienen que decir. Ahora soy yo el actorcillo de la política ( no me considero tan importante, la verdad. Mi ganancial sigue yendo a comprar al Rubio y al Dia, y no tengo nada de Emidio Tucci, gran nombre por cierto para que fuera un buen futbolista italiano, que también los hay) no he cambiado, el cargo no me ha cambiado un ápice.
Usted habla de oído, de lo que seguramente ha escuchado a algunos actores en los ensayos y ahora pretende imponer su propio texto de una obra que no conoce con exactitud, apuntando desde la platea lo que a usted le gustaría que fuera este teatro de la política, y no de lo que es en realidad. Podré caer mejor o peor, pero desde luego no soy ni un impostor, ni un calumniador. Pueden preguntar por esa circunstancia a una miembro ( o miembra como dice ahora mi admirada Bibiana) de lo que hoy es la oposición municipal que recientemente ha conocido la noticia de que tiene que pagarme hasta el abogado por acusarme, al igual que usted, de ser un sicofante. Y esa si que es una sentencia firme. No como los autos que usted ha convertido ya en cosa juzgada. Paciencia, todo se andará.
Como conclusión me gustaría decirle que no creo que la cosa esté, muy a pesar de alguna gente, tan mal en Chiclana. A algunos ya les gustaría que se diera esa circunstancia. Sobre los proyectos a los que usted se refiere, quizás debería utilizar su atalaya para contar las cosas como son, porque no son como las dice usted. Le emplazo, tal y como llevo haciéndole desde hace ya más de un año, a que me conozca, converse conmigo y, desde luego, no acuse sin ningún tipo de pruebas, porque los papeles, como en todas las obras de teatro, se pueden cambiar.
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