Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
La Quinta Columna
QUE los seres humanos de este siglo XXI nos estamos volviendo insensibles ante tanta violencia, ante tanta muerte como cada día vemos a nuestro alrededor, ya lo he escrito varias veces, pero lo que viene sucediendo en el Mediterráneo con los inmigrantes, o los diarios atentados del terrorismo en cualquier lugar del mundo, o el asesinato de un profesor a manos de su alumno, necesita que la humanidad entera, cada uno de nosotros, reflexione y adopte las medidas necesarias, distintas sin duda para cada caso.
En una tertulia radiofónica, un periodista muy conocido en España comentaba que el progreso de la humanidad ha hecho descender considerablemente la violencia. Seguramente este afamado comentarista no se ha molestado en contar las guerras abiertas que en este momento se producen en el mundo, ni los miles de muertos por el terrorismo casi a diario, ni las que se producen por la emigración o los millones de refugiados, que también es una forma de violencia.
Decía nuestro comentarista que el suceso del estudiante del instituto catalán era debido a un brote psicótico, un hecho aislado. Luego se ha sabido que el chico estaba siendo tratado por un psicólogo, que es aficionado a videojuegos violentos, que estaba en posesión de un auténtico arsenal de armas y proclamaba que había que matarlos a todos. Un hecho aislado, de acuerdo, y Dios quiera que así continúe siendo, pero rodeado de un ambiente de violencia verbal, física y virtual, y de una dejación por parte de sus educadores, principalmente de sus padres, que para nada constituye un hecho aislado, sino excesivamente frecuente.
Cada una de estas distintas modalidades de violencia requiere una solución. En unos casos será combatir con todos los medios a los terroristas, o invertir sumas importantes de dinero en atender en sus países de origen a quienes se ven obligados a emigrar, o un mayor control en lo que ven y viven nuestros jóvenes, pero hay un factor común que evitaría, quizás, unas y otras: la recuperación por las sociedades, todas, las desarrolladas y las más pobres, de los valores morales que se han perdido, del concepto de la dignidad del hombre.
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