Enrique / García-Máiquez

Cambio de cromos

Su propio afán

07 de mayo 2015 - 01:00

EN la cuna de la democracia moderna siguen naciendo nuevas prácticas políticas. En las elecciones que hoy se celebran en Reino Unido hay mucho en juego. La táctica de David Cameron de hacer campaña con sus éxitos económicos es la de Rajoy, y vamos a ver si sirve. Y a la Unión Europea se le podría abrir un frente anglosajón, junto al desgarrón griego. Pero fijémonos en otro asunto, en apariencia pequeño y procedimental.

Ha surgido un curioso sistema de intercambio de votos, quizá porque las elecciones están muy ajustadas y porque el sistema electoral británico, sin duda, da juego. En sus muy manejables 650 circunscripciones rige el principio de "first-past-the post", esto es, el que más votos tiene gana el acta de diputado. En consecuencia, la lucha electoral suele ceñirse a los dos candidatos con más posibilidades. Eso, tradicionalmente, obliga a un voto útil por proximidad ideológica.

Este año, sin embargo, se han puesto en marcha varias plataformas que facilitan el intercambio de votos como cromos. Si en mi circunscripción mi partido no tiene opciones, ofrezco mi voto a otras siglas a cambio de que su partidario vote las mías en otra circunscripción más prometedora. Aumentan las probabilidades de victoria sin que el cómputo global deje de reflejar los votantes de cada partido. La idea es brillante, aunque pícara. El comité electoral la considera legítima. Hay varias plataformas de intercambio, la mayoría entre partidos afines, pero alguna permite todo tipo de combinaciones.

Ya dirán los resultados si funcionó. Incluso si, en la práctica, supuso una distorsión grave del sistema electoral. Para la reflexión teórica no hay que esperar. Estamos ante una consecuencia del acusado giro postmoderno hacia al pragmatismo. El votante ya no considera que expresa su voluntad intransferible y su cosmovisión política con el gesto sagrado de depositar la papeleta. Tras el ocaso de las ideologías y con tantos pactos postelectorales, sabe de sobra que todo es negociable. ¿Por qué no empezar a negociar uno mismo?

Una relativa plasticidad ideológica, y el aprovechamiento intensivo de la información general y de las encuestas y estadísticas, y la combinación de las nuevas tecnologías y de los viejos procedimientos contribuyen a este signo inquietante de los tiempos. Que, por cierto, se basa en la buena fe y en el cumplimiento de la palabra dada. Lo que, bien mirado, es admirable.

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