Enrique / García / Máiquez /

Dos victorias

Su propio afán

24 de mayo 2015 - 01:00

COMO la reflexión la hicimos ayer, hoy lo podemos dedicar a las celebraciones, que ya vendrán los resultados a amargarnos la fiesta. Con independencia de lo que gane, tenemos dos buenos motivos. Para empezar, la vibración política que cunde y que carga el ambiente hasta extremos electrificantes. En la primera frase, me he estremecido al escribir el verbo "poder" en su primera persona del plural y hasta he pensado buscarle un sinónimo. Me he resistido: ¡estaría bueno que empezasen a expropiarnos el lenguaje! En la segunda frase, al escribir "independencia", un escalofrío recorrió mi espalda. La política está en el aire.

Lo mejor es que no respira por la herida, sino por el voto, que nos tomamos con una seriedad que es la primera victoria de la democracia. Lo pensamos circunspectos y votamos incluso cuando ninguna de las opciones nos convence del todo. Y en estas elecciones, aún más, porque los emergentes han cosechado ya un éxito para todos al enchufar a la política a muchísimos jóvenes. Y, además, han empujado el voto de los partidos tradicionales por reacción, prudencia o mímesis.

Esa preocupación individual y esa afluencia masiva son implícita contrarrevolución y una muestra indiscutible de fe en la democracia. Desde un punto de vista matemático -calculen ustedes-, la trascendencia de cada voto es ínfima y, sin embargo, ahí que vamos. Hasta hay quienes practican el voto útil. Razones científicas estrictas para tanta cavilación no existen, pero sí morales, de compromiso último con la cosa pública. La democracia, por tanto, cosecha una victoria cada vez que los votantes son mayoría absoluta con respecto a los abstencionistas. Esto apenas si se dice, quitando una exigua minoría de abstencionistas conscientes y coherentes y, por tanto, admirables.

La otra gran victoria serán los numerosos desastres de esta noche de contabilidad. La mayoría de las listas y de los candidatos y de los partidos van derechos a la derrota, y lo saben. Sólo uno ganará en cada municipio, o ni eso, si la fragmentación impone negociaciones a cara de perro, como ocurrirá en montones de sitios ¿Cuántos proyectos e ilusiones quedarán esta noche en tierra, en polvo, en sombra, en nada…? En nada, no; porque saber perder es uno de los requisitos indispensables de la nobleza; y es una victoria personal (haber defendido los principios de uno contra viento y marea) que no se la salta un recuento.

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