Cambio de sentido
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MANOLO Hidalgo, mi querido compañero de piso de estudiantes, era de Teba, muy cerca de Antequera, y no se enfadaba nunca. Hasta que me oyó citar al conde de Miraflores de los Ángeles, esto es, al poeta Fernando Villalón: "El mundo se divide en dos: Sevilla y Cádiz". La sangre malagueña le hirvió como si la hubiesen volcado sobre las brasas de un espetón. Le pareció una catetada: un provincianismo doble. Él, desde luego, provinciano no era, que se fue de Teba a Texas a ejercer la medicina al más alto nivel, un caso de libro de fuga de cerebros.
Fuga que me consuela ahora, siquiera sea por sus nervios. Si Manolo estuviese viviendo en primera fila la actualidad política andaluza, vería que Villalón rompió en profeta, porque hoy, y que él y los andaluces de las otras provincias me perdonen, la política de nuestra región y la atención de España se divide en dos: Sevilla y Cádiz.
Lo de Cádiz es evidente. La situación se mira con lupa (por los gaditanos, que, fútbol aparte -ay-, no hablamos de otra cosa) y con telescopio (desde el resto de España). El kichismo es el movimiento del momento, por su variante romántica, con Teresa Rodríguez de Kichi en el papel de Cristina Fernández de Kirchner, pero más que nada porque Cádiz es el ayuntamiento de una capital al que puede llegar el Podemos pata negra. Madrid y Barcelona son algo más grandes, pero tanto Carmena como Colau tienen una marca personal con otras connotaciones que las alejan de un Podemos químicamente puro. Kichi, en cambio, es de Cádiz-Cádiz, aunque nació en Rotterdam, y de Podemos-Podemos, aunque se presentó con otro nombre.
No acaba ahí el interés. La batalla por el consistorio de Kichi está siendo intensa también gracias a los otros actores: Teófila es todo un clásico y Fran González se está revelando como un hueso duro de roer, capaz de revolverse en un sentido u otro. Mientras tanto, en Sevilla, Susana Díaz consulta sus cartas. Que se complican porque juega con dos barajas: su investidura, por un lado, y su pulso con Sánchez, por otro. Para ambas partidas, un acuerdo con el PP sería el camino más fácil y más maquiavélico.
Que la racional y muy centroeuropea Grosse Koalition arrancase en Cádiz, nada menos, balanceándose con Sevilla, sería un caso de justicia histórica. La que fue la ciudad de la libertad y del constitucionalismo se volvería la ciudad de la estabilidad. Y, otra vez, la del constitucionalismo.
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