Cambio de sentido
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Su propio afán
OTRO signo indiscutible de aguda inteligencia que tengo -como salta a la vista- pendiente de adquirir es hablar a cada cual a su manera, sin palabras raras ni rollos teóricos que le distraigan o confundan. Resulta admirable el tic guasón que se gasta Fernando Santiago en su blog "Con la venia" al dirigirse a Kichi con coplas de carnaval. Fíjense ustedes qué tres por cuatro se logra: me pongo a tu nivel, te lo recuerdo y, además, te digo cosas que no sólo entenderás mucho mejor sino que me discutirás mucho peor.
La presentación de la chirigota "Los que se vinieron de Leningrado porque no era de su agrado" (2002) del Yuyu es revolucionaria: "Que yo me hice bolchevique/ pá no tener que ir al dique […] porque a mí las herramientas/ es algo que me revienta". La chirigota de 2006 "Los que cosen para la calle", del Selu, en su pasodoble "La gente es buena", da un repaso a la demagogia del todo el mundo es bueno, del oh la gente, del gobierno de la gente, de la gente normal, de lo que la gente quiere y todo este ingente etcétera. Lo hace con aviso incorporado, que a Teófila -después de su salida el día de la investidura- ya no le hace falta: "La gente si te ve ahí que te estás hundiendo,/ la gente te coge, y te hunde más./ La gente es mu veleta,/ La gente siempre se va al sol que más calienta,/ lo que es la gente es mu interesá". Ambas coplas pueden verse en YouTube.
Tras el aplauso, no me queda más remedio que volver al tono pedantesco para hacer dos observaciones como dos fantasmas de cuento de carnaval, a lo Dickens: uno de los carnavales pasados y otro de los futuros. Esta lectura de las viejas coplas al sesgo de la actualidad y de la inquietud que recorre la provincia nos demuestra que, bajo la superficie frívola, el carnaval, cuando es bueno, toca cuestiones muy trascendentales y, por tanto, intemporales. En esta capacidad de crítica de una sobrevenida profundidad se demuestra su auténtica grandeza.
Y oteando el futuro, podemos ir preparándonos para el carnaval de este año. El ambiente está electrificado social y políticamente. El corporativismo de defender a Kichi, uno de los suyos, chocará tectónicamente con la vocación de enfrentarse al poder a fuerza de ingenio e ironía, que es la esencia de lo carnavalesco. Va a ser un duelo apasionante. E importante, porque, como decíamos, en ese nivel -que puede ser alto, incisivo y hondo- se ha instalado el debate público.
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