Enrique / García-Máiquez

Kichi a cachos

Su propio afán

24 de junio 2015 - 01:00

EL excelentísimo sr. alcalde de Cádiz, José María González, tan partidario de pisarla, estará al cabo de la calle de cuanto se comenta en ella sobre su actuación estelar anti-desahucios. Junto a la presunción de inocencia, reconozcamos la presunción de autocrítica. A Kichi tenemos que suponerlo inmerso en un proceloso proceso de reflexión entre las razones de las familias desahuciadas y sus propias promesas electorales, por un lado, y las razones de los propietarios de los inmuebles, a veces en circunstancias muy difíciles, y su obligación de gobernar para todos y de cumplir la ley.

Iba a escribir que hay que ponerse en su lugar, pero para mí que ni el mismo Kichi debe de saber, a estas alturas, cuál es su lugar. Afirma que es alcalde y activista social, revolucionario e institución, gestor y agitador, autoridad y ácrata a un tiempo. Dijo en su investidura que, aunque podría equivocarse mucho, nunca se equivocaría de bando; pero su bando ahora es el municipal, y su banda, la de alcalde, y esos bando y banda son para todos, no son banderías.

Esto de ver al alcalde en la acera de enfrente de la policía y de los funcionarios de los juzgados resulta chocante. No es eso, talmente, la división de poderes. Será, como mucho, la división de Podemos. A Kichi también le reconocemos la presunción de inteligencia, y hemos de imaginarlo a la fuerza inquieto, interrogándose sobre su propia imagen en las fotografías. Un Hamlet hippie ante el periódico: ser o no ser…

Sus declaraciones, en cambio, son transparentes: ha vivido el desahucio con impotencia. ¡Y lo que le queda! El corazón está para romperse, sobre todo en política y en puestos de responsabilidad. Para Kichi y los suyos es más difícil aun, porque vienen de prometer la luna de Valencia a todo quisqui.

Leía yo los comentarios críticos de los lectores del Diario a la noticia del desahucio que el alcalde no pudo parar. Eran tan inteligentes, incisivos, irónicos y bien argumentados, que estuve tentado a hacer un corta y pega para esta columna. Hasta que visualicé a Kichi leyéndolos, teniendo que darles parte de razón, pues la tenían, e imaginé su alma a los pies, a cachitos, Kichi zarandeado de aquí para allá, entre los buenos sentimientos, el sentido común, la sensibilidad, la demagogia, el sentido del deber, el instinto político… La integridad se la presuponemos igualmente; y, con frecuencia, la integridad te destroza.

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