Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Su propio afán
ME paran por la calle a darme ideas para artículos, que básicamente consisten, en mi caso (seguro que a Pettenghi le piden otros temas), en que me meta con Podemos. Yo suelo asentir, pero, para decir lo mismo que todos, redactarlo no merece la pena. Centrándonos en Barcelona, me choca, como a tantos, que la nueva directora de comunicación sea "activista post-porno", y me sorprende que el Ayuntamiento haya hecho un desahucio, y me río, por no llorar, de sus contrataciones de parejas, novios y hasta cónyuges. A Kichi hay que reconocerle el mérito, al menos, de que haya venido con su pareja colocada.
En cambio, de la paralización de licencias para nuevos establecimientos hoteleros sí puedo decir algo propio. Resulta que Ada Colau ha justificado su moratoria con la idea de que le interesa "darse un año" [sic] para pensar sobre el asunto. Y yo he dado un respingo. Porque nada me gustaría más que darme un año para pensar. Para pensar lo que sea. El solo nombre de "año sabático" me hace salivar más que un perro de Pavlov.
Entiendo, pues, muy bien a Ada Colau, que es el requisito básico de una crítica constructiva. Además, observo que el turismo se ha salido de madre, y no sólo en Barcelona. Y, encima, lo que más echo de menos en nuestra vida pública es el pensamiento y, en concreto, el racional. ¿No tienen ustedes la sensación, oyendo a nuestros líderes, de que van de tópico en tópico hasta la simpleza final?
Pero si uno quiere darse un año para pensar, lo último que tendría que haber hecho es presentarse a alcalde. A Kichi le da tiempo a escribir a Tsipras, así, de igual a igual, porque él no se para a pensárselas. Pero estás en una alcaldía, en realidad, para desarrollar un proyecto de ciudad en un tiempo muy breve. A la política hay que llegar pensado, por tanto. O no llegar, si uno quiere dedicarse al pensamiento abstracto. Tras los proyectos que la alcaldesa ha paralizado de golpe, llevada de su loable vocación especulativa (de especulación filosófica, digo, no de la urbanística), hay muchos intereses legítimos, económicos y laborales, privados y comunes.
Más prudente habría sido no parar los que estaban en curso, sino la admisión de nuevos. Y mientras se resuelven ésos, aprovechar, sí, para pensar lo que haga falta. Cerrarlo todo abruptamente, como si uno se hubiese retirado a una celda en vez de estar gestionando un consistorio es pasarse de frenada… metafísica.
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