La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Su propio afán
BASTA ese instante en que uno no puede llamarles la atención porque tiene la boca llena para que se sienta en la casa un inmenso vacío de poder. Su madre (mi mujer) me azuza: "¡Ríñeles, ríñeles tú también! ¡No puedo hacerlo yo sola todo el rato!" Mientras aspiro aprisa el bolo alimenticio para gritar a mis hijos que hay que masticar bien y hablar bajo, no me imagino ofreciendo tanta resistencia a mis padres para ser educado.
Entonces recuerdo un comentario reincidente de mi madre. Las vacaciones tan largas de verano -se quejaba- hacían mucho mal a nuestra educación ética y cívica. Lo decía con otras palabras, pero ya me entienden. Yo las interpretaba como una manifestación más de su cultura del esfuerzo. Y mucho de eso habría, aunque también, constato ahora, el hecho más básico -quizá inconsciente- de que los meses de colegio la educación de los niños es compartida, y el grueso de las horas, además, recae sobre los profesores ¿Éramos durante los largos meses del curso unos dechados de virtudes humanas y de savoir faire mundano o es que mi madre, simplemente, nos veía menos?
Contra lo que puede predecir algún lector casual, no vengo a protestar de las vacaciones de los profesores. Otro lector, que sea un asiduo, dirá: "Claro, como tú eres profesor…" Pero soy profesor de los que tienen que quedarse a trabajar en julio, o sea, que mi concupiscencia me empuja, más bien, a la envidia cochina y a desear que mis compañeros se queden al pie de la trinchera con los niños.
No lo hago porque sería egoísta. Educar es especialmente duro. Hay que chillar mil veces: "¡Es la última vez!", como si se fuese un gobernante europeo negociando con Alexis Tsipras. Eso, que crispa los nervios -incluso con unos hijos míos que quiero con locura y que son (digo yo) mucho más encantadores que la media-, cómo no va a ser extenuante para sus profesores, que no sólo no son sus padres, sino que atienden a 30 criaturitas más.
Pero no pido más meses de colegio, sobre todo, porque creo que la educación que damos los padres es la esencial. Y la de los abuelos, que es imprescindible en más de un sentido. Cuando se discute del homeschooling a favor o en contra, callo. Porque en cualquier caso es irremediable. Por mucho que ellos vayan al colegio, el núcleo irradiador (que diría otro) de su formación es la casa. Las vacaciones son un período de trabajo intensivo. Y no principalmente para los padres.
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