Cambio de sentido
Carmen Camacho
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Su propio afán
MUCHO más feo todavía que no pagar las deudas, es desdeñar al deudor. Encima, el primer defecto a menudo no se puede evitar, porque donde no hay se saca muy malamente, mientras que el segundo, con un poco de inteligencia y de misericordia, se evita sin problemas. Y gratis. Tsipras ha hecho muchas cosas fatal, y se las hemos criticado, y seguiremos. Pero ha hecho una cosa bien, y se la vamos a aplaudir sin sombra de duda o de deuda.
El primer ministro griego cede a casi todas las pretensiones de la Troika, pero se ha hecho fuerte en la defensa de la Defensa. Vale a subir la jubilación, vale a bajar pensiones, vale a subir impuestos, vale a bajar cobertura social, vale a privatizar, vale a agilizar la Hacienda, vale, vale, vale…, pero no vale rebajar el presupuesto militar.
Los que se empeñan en ver conspiraciones por doquier hablan de la tupida red de intereses entre Syriza y los militares griegos. No será tanta, porque esa atención al Ejército es una tradición del país. Lo indiscutible es que, con el gasto militar, Tsipras desafía la demagogia fácil y el discurso progre, o sea, que se hace violencia a sí mismo, con el mérito que eso tiene.
Y haciéndolo nos ofrece dos lecciones de geopolítica. En concreto, una de política y otra de geoestrategia, ambas necesarias para Europa, aunque vengan de un deudor doblemente tramposo (por las trampas que tiene y por las que hace). La lección política tiene que ver con la soberanía nacional, que es uno de los grandes temas de fondo de la crisis griega. Los soportes básicos de un Estado soberano son la moneda, los impuestos, la política exterior, la policía y la Defensa. Tsipras, que ha cedido tanta soberanía en la moneda y en los impuestos, defiende la que le queda, que es tanto como defender su margen de independencia.
La lección geoestratégica es evidente, pero aun así muchos socios europeos no la quieren ver. Grecia linda con el turco (en el sentido estricto del término y en el tradicional) y la cuestión en Oriente Próximo no está para bromas. Su resistencia a descuidar la vigilancia militar de sus fronteras deberían aplaudirla los líderes europeos en vez de desdeñarla.
¿Quiere esto decir que Tsipras está dispuesto a castigar a su pueblo con tal de no tocar a su Ejército? Contable y fiscalmente, sí, salta a la vista; pero, en el fondo, no. Nada necesita una nación más que su seguridad y su paz. Es la base de su bienestar.
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