Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Su propio afán
EN el artículo de ayer me di el lujo de escribir una nadería, imitando -con todos los respetos- a Guillermo IX, duque de Aquitania, que se propuso: "Farai un vers de dreyt nien", o sea, "Haré un verso de la pura nada", nada menos, y también copiando -en la medida de mis posibilidades- a Mario Quintana, que no era duque de Aquitania, pero que tampoco era manco. Hoy, para compensar, escribiré un artículo trascendente, importante, con muchísimo fuste. Y no juego a la paradoja, aunque voy a hablar de los Minions, esos dibujitos animados que están ahora en todas las carteleras y en todas las esquinas del merchandising. Es un asunto serio de verdad.
Porque a lo tonto (y tan tonto) el mensaje que subyace es malísimo. ¡Y tan malo! Los dichosos Minions son criaturas uni-neuronales (esto lo digo yo y se ve en la peli) que tienen la extraña vocación de servir como esclavos a un malvado. Siendo tan básicos, esto podría dar lugar a alguna ironía cargada de crítica social inteligente. Pero no. Es un hecho y nada más: les pirran los malos. Se supone que es muy original, pero viendo el mundo que nos rodea, no me lo parece.
Lo que menos gracia me hace es su sentido del humor. Puede que los productores del engendro no hayan querido ser originales, sino meramente graciosos. No lo han conseguido. Y como siempre que no se tiene gracia, que es un don que a veces no quiere dar el cielo, han recurrido a la sal gruesa. Hay mucha broma de culo, caca y pis y así. Es verdad que el humor marrón tiene su historia, para quien le guste. Y el humor tonto, pues también, sin duda. Pienso incluso en mi amado Shakespeare, que se permitía unas bromas bastante bastas. Lope de Vega, en esto, no se le quedaba atrás.
Pero, y en esa diferencia está, a mi entender, la clave fundamental, fue en una época y en unas obras donde el trasfondo era trascendente a más no poder. Entonces esas chanzas de los bufones y criados tenían el valor de ir a contracorriente, de ser rompedoras y, a la vez, de quedarse un escalón por debajo. Ahora, como no hay orden que romper, las bromas sólo pueden ser constructoras.
Que es lo que hace la otra película infantil de la cartelera, Del revés, con un título que parece un lema ajustado a lo que sostengo. Quizá no sea una película perfecta (aunque casi), pero se empeña en hacer a nuestros hijos (y a nosotros) más inteligentes, más sensibles, más maduros. Y, encima, con gracia.
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