La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Su propio afán
UN generoso lector me comenta que prefiere los artículos más íntimos a los políticos o sociológicos. Comparto su gusto, pero no tenemos razón. En un periódico, esos artículos no pueden ser más que excepciones, un capricho esporádico. El periódico está atado a la actualidad y al foro público. La intimidad es el campo de la literatura.
La moneda de mi escritura tiene la cruz de lo social y lo político aquí en el Diario, y la cara de la intimidad en los apuntes del diario que llevo en mi blog. Ocasionalmente, cuando lanzo la moneda al aire, da vueltas y se producen vacilaciones. Y en aun más raros instantes cae de canto, un milagro, y entonces es la poesía. No son límites arbitrarios, sino constitutivos de cada género y, por tanto, esenciales.
A pesar de los dos párrafos anteriores, no vine a hablar de mí, sino a aconsejar a quien tenga el gusto por la intrahistoria, la sensibilidad y la emoción escondida que no las busque en estas columnas, sino que acuda al nuevo libro del infalible Emilio Gavilanes: Historia secreta del mundo. Está enteramente construido en el terreno de la ficción, pero sobre los límites de los que venimos hablando. Son microrrelatos que, situados en momentos muy reconocibles de la historia de la humanidad, narran los sentimientos o los hechos secretos de algún personaje involucrado, conocido o no. Es, por tanto, una defensa constante de la oculta cara B de la Historia, la Política y la Sociología. Porque si las personas se cuelan alguna vez en la cara A, lo hacen pagando el peaje de la estadística o el de la simplificación, que resultan demasiado empobrecedores. Nuestro hábitat natural es la literatura.
Por suerte, no hay que escoger entre literatura y periodismo o historia; o, mejor dicho, se pueden escoger ambos. Su estrecha conexión es lo que explora Gavilanes desde todos los ángulos: el irónico, el dulce, el terrible, el sorprendente… Por ejemplo, nos cuenta que, en la batalla de Trafalgar, Daniel Hardy, un marino inglés, muere pensando que están perdiendo. Y el lector piensa, de pronto, que quién sabe qué pasará con tantas batallas (casi todas) como cree que va perdiendo. Es un libro lleno de entrecruzamientos prodigiosos.
La actualidad nos pone el mundo a la vista; y la literatura viene y nos sopla al oído -en las palabras de Emilio Gavilanes- que "el mundo es un secreto a la vista de todos". Y hasta nos cuenta -muy bajito- su secreto.
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