Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Su propio afán
LO de menos es el final del verano. La tristeza es lo demás. El drama de los movimientos migratorios, del que parece que nadie tiene una solución más o menos pensada ni factible a medio plazo. Y el equilibrio precario de la economía, con esas turbulencias que llegan de China y que son capaces de derrumbar todo la arquitectura monetaria mundial. La Bolsa recuerda a esos equilibristas que cruzan el cielo entre dos rascacielos, con la diferencia de que en ella, encima, la línea es zigzagueante y de arriba abajo con vértices de vértigo. Se habla de burbujas económicas inmobiliarias o informáticas, pero el mercado bursátil es una burbuja por naturaleza. Por eso sube o no se cae del todo, por ahora.
De ninguno de ambos temas me considero en condiciones de escribir. Algunas fotografías de los refugiados e inmigrantes, a mí, que tengo en la más alta estima el amor paternal, me emocionan vivamente; pero qué opinar cuando uno es puro sentimiento sin respuestas de fondo. Y la complejidad técnica tras los temblores chinos también me supera. Escribir una columna cuando uno no es capaz de sostener nada me resulta un acto estéril o puramente retórico, como plantar un obelisco en un desierto o construir una ruina. Está el sentimiento, por supuesto, la piedad en un caso, el miedo en otro o la preocupación; pero los sentimientos sirven muy bien de base a una columna, no de remate.
Todo esto me empuja hacia el otro problema que trae la prensa: el del nacionalismo catalán, que va creciendo y creciendo (el problema, no el nacionalismo, a lo que parece) según nos acercamos al mes de septiembre. Está quien se preocupa porque el Gobierno no tenga un plan secreto de actuación, aunque si lo tuviese, siendo secreto, no íbamos a saberlo los columnistas, ¿no? Cierto que Rajoy no se nos antoja como el más arrojado, pero si se trata de jugar de farol, le conviene esa cara de póker y esa fama de indolente.
En cambio, sí me pasma cómo a los nacionalistas catalanes no les da vergüenza cuando leen el periódico por la mañana, si lo leen y si no se van corriendo a sus páginas locales. Con la de problemas gravísimos que tiene el mundo, con la cantidad de sufrimiento real que tenemos que encarar cada mañana, con las incertidumbres económicas globales y las amenazas planetarias, ¿venir a crear un conflicto donde no lo había, a malgastar energías, a distraer a la opinión pública y a los responsables?
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