Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Su propio afán
CUANDO cualquier idea se repite mucho, hay que sospechar, a ver si nos están haciendo un Goebbels. No vayamos, por puro agotamiento auditivo o inercia intelectual, a creernos lo que no. O a hacer una especie de sufragio opinativo por el que demos la palma de la victoria a aquello que se oye más, como si la mayoría absoluta se obtuviese por la frase hecha más dicha. Lo digo por esto tan oído de que la Diada es un acto ejemplar de civismo, paz, orden público y buen comportamiento.
Está muy bien, por supuesto, que no quemen sus propios contenedores de basura, ni apedreen farolas o pintarrajeen -eso sí, un poco-las paredes demasiado. Tampoco agreden a los catalanes que se sienten españoles, aunque eso no es tan meritorio, porque éstos no salen. Y ahí está, implícita, escondida, taimada, la violencia de la Diada. "Hay muchas estancias en casa de mi Padre", se dijo; también hay muchas violencias en la causa de la política. Clausewitz sabía de eso.
El día festivo de una región está pensado para unir en un abrazo a todos los habitantes de allí por el hecho de ser convecinos. Si en el cumpleaños se conmemora el nacimiento en el tiempo; en el día de la ciudad, en el de la región, en el del país se celebra el nacimiento en el espacio: el cumplesitio. Cuando una opción política que no es la de todos se hace con la exclusiva de la celebración está robando a los otros la alegría de su cumpleaños en el espacio. Por un elemental corrimiento de ideas, más rápido que un corrimiento de tierras, se les niega, así, el sitio, se les convierte en ciudadanos de segunda en su propia región.
El nacionalismo sería civilizado si dijese: "El día de Cataluña es de todos", y se buscase un día exclusivo para exaltar y exultar. Yo, entonces, me quitaría el sombrero. Ni siquiera les pediría que explicasen que el héroe Casanova, al que celebran los 11 de septiembre, luchaba en una guerra sucesoria española por el rey Habsburgo y lo hacía con el nombre de España en la boca. Sería pedirles demasiado. Hay que comprenderlo: el respeto a la verdad histórica desactiva todo el discurso nacionalista. Bastaría que fuesen consecuentes con el civismo del que presumen y que no saquen a media Cataluña de su idea oficial e institucionalizada de Cataluña. E l día de la región tiene que ser de todos. Lo demás es hurtar (el espacio sentimental y simbólico). Lo demás es negar al que no piensa como nosotros su lugar.
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