Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Su propio afán
LA primera paradoja de las elecciones catalanas es la propia de toda confrontación. El abrazo amoroso y el nudo violento se confunden. Eso explica los continuos contagios de ideas y maneras entre los contendientes. En Cataluña, la trabazón de la pelea electoral les ha dado una vuelta. Los nacionalistas, que defendían que era un plebiscito, se agarran ahora al resultado en escaños y a su mayoría en las autonómicas; mientras que los constitucionalistas, que sostenían que eran unas elecciones regionales, blanden satisfechos su victoria indudable… si se tratara de un plebiscito. La noche electoral cambió de posición los planteamientos.
La segunda paradoja radica en que el enemigo está en casa. Mas ya lo sabe. Los imprescindibles socios soberanistas de la CUP exigen su cabeza. Y el ruido de cuchillos dentro de la lista de "Juntos por el sí" no se hará esperar. Como no ha esperado en el PP, donde nada menos que Aznar, ha soltado una andanada tremenda a Mariano Rajoy. Esta situación se hace todavía más chocante cuando Rajoy ofrece diálogo enseguida al próximo gobierno de Cataluña. Lo hace precisando -sólo faltaba- que será dentro de la ley, pero haciéndolo manda un balón de oxígeno a la lista de Mas. La ayuda llega del contrincante, las exigencias y los reproches de los socios.
La tercera paradoja consiste en que la verdadera fuerza del bloque constitucionalista es su división, la misma que lo ha debilitado tanto en número de escaños. Pero si ese bloque estuviese sólo representado por el PP o apenas por el PSOE, tan partidario de terceras vías, o incluso nada más que por Ciudadanos, las tentaciones del pactismo y del acomodo serían grandes. Estando divididos y en clara competencia electoral, ninguno puede descuidar el campo de los principios constitucionalistas. La última paradoja es más grande y menos sorprendente. Las elecciones catalanas no han aclarado casi nada la situación política de Cataluña. Ese entrecruzamiento de victorias del que hablábamos -las elecciones, unos, el sufragio, otros- produce una tensión de fuerzas que se paralizan mutuamente. En cambio, la influencia sobre el panorama electoral español será inmensa: confirma, como ha subrayado Aznar, una tendencia a la baja del PP y alienta la sospecha de un desfondamiento de Podemos. Y da un espaldarazo a Ciudadanos. Esta proyección nacional demuestra que Cataluña, políticamente, es tan España como siempre.
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