Enrique / García / Máiquez /

Equidistancia

Su propio afán

01 de octubre 2015 - 01:00

PARA ejercer la admiración, uno de los grandes placeres de la vida, aplico el método de los compartimentos estancos. Si la admiración tuviese que ser integral, resultaría prácticamente impracticable. Pero por compartimentos, puedo aplaudir a rabiar el estilo de un escritor cuyas ideas me parecen pobres o poner por las nubes la idea suelta de un filósofo cuya cosmovisión me resulta muy limitada. Viene esto a cuento de Susana Díaz, que en la campaña electoral andaluza y en los debates se me desinfló mucho y de la que todavía espero una gestión eficaz, pero a la que reconozco un inmenso instinto político en las distancias cortas.

Lo último ha sido proclamar que ella no está por la equidistancia entre Mas y Rajoy. El responsable del desaguisado es Mas, señala, aunque en segundo término critica el inmovilismo de Rajoy. Es una jugada maestra. Descoloca a Pedro Sánchez, tan atildado y posturitas que casi pide ser despeinado, con lo que, de rebote, Susana se gana nuestra simpatía subconsciente. El líder de los socialistas, en el problema territorial, ha basado su programa en su posición: ni lo uno ni lo otro. Y viene la líder de los socialistas andaluces y remacha: "Ni eso tampoco". Al señalar la responsabilidad de Mas, que es política y puede ser penal, dice algo tan obvio que desplaza todos los equilibrios de Sánchez con la fuerza más poderosa del mundo: la verdad.

Por aproximación, pero también hace pupa a Mariano Rajoy cuando, tras la salvedad contra la equidistancia, denuncia su inmovilismo. En realidad, a Rajoy lo que hay que criticarle es su inmovilidad, esto es, lo poco que hace porque se cumpla la ley. Cuando se le critica el inmovilismo se traslada el reproche a que no cambie la ley o los principios. No es un matiz, sino una diferencia abismal. Así y todo, como Susana critica primero a los nacionalistas, aunque no dé con el término exacto contra Rajoy, sí da en el blanco, aunque sea a través (de nuevo) del subconsciente.

Pero el golpe maestro está aún más oculto. Cuando se desmarca de la equidistancia de Pedro Sánchez, es ella la que se coloca en una más exacta equidistancia y, además, no en medio de una confrontación bilateral (lugar donde llueven las tortas) sino en el centro de un triángulo equilátero. En el vértice alocado, Mas; Rajoy en otro, muy quieto, y el propio Sánchez, desplazado, en el tercero. Moviéndose en la intriga partidista, Susana es única.

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