Cambio de sentido
Carmen Camacho
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Su propio afán
ESTARÁN encantados en el PSOE, si se acogen al consolador lema taurino: "Que hablen de mí aunque sea mal". Porque sus propuestas educativas han levantado mucho comentario o polvo mediático, sí, que ha devenido luego en lodo crítico.
Al fondo se muestra el peor perfil del socialismo: la querencia al totalitarismo que llevan en sus genes filosóficos e históricos. Las propuestas parecen una caricatura de la mentalidad intervencionista: lo que no será obligatorio (estudiar hasta los 18 años por imperativo legal) estará prohibido (no se podrán dar clases de religión, que son voluntarias).
Ahora la educación obligatoria llega hasta los 16 años, que es cuando se puede empezar a trabajar. La legislación laboral y la educativa están, pues, compenetradas. Y el sentido común. Obligar a estudiar a quien no quiere hacerlo, exige, incluso hasta los 16 años, enormes esfuerzos y distorsiona las clases. Subir la edad dos años (¡y qué dos años!) creará más problemas de los que solucionará, limitará la libertad de los jóvenes y sus familias, repercutirá en los que sí quieren estudiar y sobrecargará de trabajo a la policía, que tendrá que llevar o devolver por la fuerza a los que no quieran ir al instituto. Para un alumno de 17 años que se niega en redondo a seguir estudiando, resultaría más formativo un contrato de trabajo, donde aprenda a ganarse la vida con profesionalidad. El trabajo de un Gobierno es que no haya un solo alumno que, queriendo continuar sus estudios, no pueda; ni ningún joven que queriendo acceder al mercado de trabajo a la edad permitida por la ley se quede fuera. Ésas son sus obligaciones, las suyas, y no ponernos más.
Ni prohibir tampoco. La Constitución, los tratados internaciones, la Declaración Universal de Derechos Humanos y nuestras leyes, nada menos, amparan la asignatura de religión en los institutos, siempre voluntaria, como es. Así que la propuesta del PSOE de echarla de las aulas quedará en un brindis electoralista al sol de la demagogia; pero también, de paso, en un ilustrativo autorretrato del totalitarista postmoderno. El 65% de los padres y de los alumnos mayores de edad, escogen la asignatura de religión. A ese 65% -una mayoría abrumadora que no sacará el PSOE ni en sueños- se le quiere prohibir su elección. "Para compensar, ya le obligamos a usted a otras cosas", pensarán. Y no saben que lo que importa (y más en la educación) es la libertad.
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