Enrique / García / Máiquez /

Divorcio a la española

Su propio afán

04 de noviembre 2015 - 01:00

NO me gusta reírme de las meteduras de pata de nadie, ni siquiera de las de Pedro Sánchez. Por solidaridad entre patosos, por supuesto, y porque riéndote pierdes un tiempo único para pensar y sonreírte. Suelen ser lapsus que sacan a la luz algún prejuicio. La metedura de pata de Pedro Sánchez en su entrevista televisiva la vería usted en directo o ya se la habrán contado. Tras decir que el mayor defecto de los socialistas es que no presumen de las cosas que han hecho bien, que es como quien dice que su mayor defecto es la humildad o la sinceridad o el perfeccionismo, después de decir eso tan de cartón piedra, va el hombre y presume de algo que no hicieron los socialistas, creyéndose que sí. Sacó pecho por la ley del divorcio, imputándosela a Felipe González, cuando fue una ley de Adolfo Suárez y de la UCD.

Sin perder el tiempo en la carcajada o en la caricatura, enseguida le comprendemos. No va a presumir el hombre de la ley del aborto, que sí trajeron los socialistas, porque aún queda un fondo de resistencia moral a asumir que el aborto sea algo de lo que enorgullecerse. Y todavía más: la razón de que Pedro Sánchez se apropie de la ley del divorcio estriba en un esquema mental suyo que no termina de superar los raíles más elementales del bipartidismo. Ni hacia delante, para entender lo que se le viene encima, ni -como vemos- hacia atrás. Alianza Popular sí se opuso a la ley del divorcio y por eso Sánchez -que piensa en términos de ellos y nosotros- deduce que la aprobaron los de PSOE. Hubo un tiempo en España en que había un partido de centro, que ganaba las elecciones e hizo la transición. (Y todo apunta a que lo volverá a haber.)

Junto a la ignorancia de la historia reciente, a Pedro Sánchez le ha enredado quizá una muletilla socialista que también merece un análisis. La de cuando los del PSOE se dirigen a los del PP y les echan en cara que no querían la ley del divorcio, pero bien que se divorcian ahora más que nadie. No nos quedemos sólo en que esto ha desorientado a Sánchez, sino pensemos en lo que nos indica (sin querer) de la importancia de la legislación. Si en el PP hubiese alguien rápido y valiente, se levantaría y diría: "Por eso mismo AP se oponía". Las leyes condicionan y conducen los hábitos sociales, modelan las voluntades. Es un debate complejo y de una importancia capital que la metedura de pata de Pedro Sánchez nos ha recordado, risas aparte.

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