El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Su propio afán
AQUÍ decimos "hacer de la necesidad, virtud", pero nuestros hoy más que nunca amados vecinos franceses tienen una expresión más ajustada a la actualidad española: "Trouver l'opportunité dans la calamité". La calamidad de la situación en Cataluña puede ser -hay que reconocerlo- una oportunidad para el orden constitucional y sus instituciones.
Lo digo como lo veo, no como lo deseo. Yo, como he repetido a menudo, soy unionista: preferiría que no hubiese autonomías, que considero artificiales, derrochadoras, duplicadoras, desequilibradas entre sí, semilla de discordias e insolidaridades y fuente de algunas de las peores disfunciones de la España democrática. Parte de responsabilidad en el brote secesionista y sedicioso catalán lo tienen las autonomías y sus parlamentos regionales, que dan la impresión de una soberanía propia por pura coherencia teórica con el concepto de parlamentarismo. Y, sin embargo, si la Constitución, el rey, el presidente del Gobierno y el Tribunal Constitucional son capaces de remediar esta crisis concreta habrán conquistado una buena dosis de legitimidad. La calamidad catalana es una oportunidad para el régimen del 78, si la soluciona. Para Felipe VI, sería lo que el 23-F fue para Juan Carlos I.
Si nos ponemos meticulosos señalaríamos que la Constitución se postularía solucionando un problema que ella ha producido, pero esas sutilezas se quedan para los extravagantes que partimos un pelo en dos. A fin de cuentas, el barón de Münchhausen fue capaz de sacarse de unas arenas movedizas a sí mismo tirándose de sus propios pelos. Eso es lo que haría nuestro sistema constitucional, con el más difícil todavía de que él también contribuyó a crear las arenas movedizas. Puede parecer tonta, pero el mérito de la hazaña de Münchhausen es indudable y consistió en vencer las leyes de la física. En el caso que nos ocupa, sería vencer las de la lógica.
Si el orden constitucional lograse, como nos aseguran el rey y el presidente del Gobierno y los políticos principales, superar esta prueba contra la soberanía y la integridad de España, se habrá afirmado para otros treinta años. En la "calimité", habremos dado con una "oportunité" de oro. Artur Mas será el político de derechas que se hizo anarquista por apego al poder y, por si ese oxímoron fuera poco, el independentista que consiguió prestigiar el orden constitucional, el catalanista que fortaleció a España.
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