Enrique / García-Máiquez

El terrorismo idiota

Su propio afán

24 de noviembre 2015 - 01:00

TRAS su visita a Cádiz, Arcadi Espada ha escrito un artículo muy importante sobre José María Pemán. Levanta la perdiz de que en la Fundación Cajasol, en la casa Pemán, se guardan, inéditos, un epistolario inmenso y numerosos tomos de un diario personal. Eso es el contenido mollar, pero Espada no dejaba de recrearse en la suerte de Ana Fernández, que fue la concejala del Ayuntamiento de Jerez que, con la famosa retirada del busto de Pemán, ha lanzado el revival. Este verano lo advertíamos aquí: tantas relecturas bien valen un busto.

Pero no vengo a hablar de José María Pemán ni de Arcadi Espada, sino del terrorismo yihadista en general y, en concreto, de otro artículo, del publicado por el filósofo francés Fabrice Hadjadj. Si he empezado con lo de la concejal jerezana es porque Hadjadj detecta el mismo efecto péndulo en el terrorismo islamista que Arcadi Espada explica tan bien con respecto a la pequeña ofensa a Pemán. Y hablo -quiero ser cuidadoso aún a riesgo de resultar prolijo- sólo del efecto, sin querer comparar el horror terrorista con la tontería municipal y espesa.

Porque la tesis de Hadjadj consiste en que la acción terrorista no sólo es inhumana y fundamentalista, sino fundamentalmente idiota; y no desde nuestra óptica, sino para los propios intereses del yihadismo. Algunas amigas musulmanas le demostraron que la demografía es la verdadera yihad. En democracia, el poder es de las mayorías y el ritmo de crecimiento de la población musulmana es pasmoso, a lo que hay que sumar la desmoralización y el nihilismo imperantes en Occidente, su ceguera y su satisfecha esterilidad. Para Hadjadj, por tanto, la hipótesis de la novela Sumisión de Houellebecq no es, en absoluto, de ciencia ficción. Cabe pensar que, de mantenerse las tendencias demográficas, culturales y morales, Francia termine siendo un país musulmán. Era previsible que, en vista de las pesadas inercias culturales, Pemán hubiese ido olvidándose, de no ser por la intervención de la susodicha concejal. Lo mismo (y en eso acaba la comparación) puede ocurrir, según Hadjadj, con los atentados. Que funcionen como la señal de alarma que haga despertar a la sociedad francesa y a la europea en general. La impaciencia, el radicalismo, un exceso de seguridad o el odio desbordado han cegado a los terroristas. Sus inhumanos atentados pueden ser, además del espanto que ya han sido, una oportunidad de reaccionar.

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