El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Su propio afán
POR mucho que algunos -Rajoy incluido - pidan que el puñetazo no afecte a las elecciones, no se golpea con asepsia al presidente de Gobierno ni al candidato preferido (según las encuestas) por la mayoría. No sólo se sienten golpeados los simpatizantes del PP, sino todos los ciudadanos de bien; y, entre ellos, los indecisos. Declaremos cuanto antes la más absoluta repulsa a la agresión, para analizar cómo ese golpe atroz incide en el panorama.
Por supuesto, está la innegable corriente de simpatía y solidaridad que ha movilizado, que es natural, y que tiene mucho mar de fondo. Como saben, a menudo he subrayado aquí la táctica del PP de desplazarse al centro-izquierda, seguro de que el votante de derechas les cae por su propio peso. El salvaje puñetazo me ha permitido entender mejor esa estrategia y, de paso, a quienes se hacen cruces porque yo sostenga que el PP no es de derechas. El puñetazo hubiese sido innecesario (como lo es) si yo me hubiese estudiado mejor a Carl Schmitt.
Según el jurista alemán, la esencia de lo político estriba en la dialéctica amigo-enemigo. Siendo el enemigo el que nos define. Y aquí hay bastantes (más allá del descerebrado de Pontevedra y los bobos que lo jalean en las redes) que odian al PP… por ser de derechas, aunque no lo sea ni en su programa ni en sus principios ni en sus políticas prácticas. Pero al serlo para sus enemigos les basta a muchos conservadores, y lo votan. El PP real no les gustará tanto, pero ese PP virtual que imaginan y atacan sus rivales sí merece ser defendido.
La prueba fundamental de este desdoblamiento es que Rajoy va a ganar las elecciones con los peores índices -al menos hasta ahora- de popularidad. Pero otra prueba se vio en el debate. Rajoy, en realidad, no se enfadó ni se desconcertó cuando Sánchez le llamó indecente, sino antes, recuerden. Cuando le imputó haber limitado el derecho a decidir (de abortar) de las embarazadas. Rajoy se indignó de que le acusaran de cumplir su programa electoral, como no había hecho de ninguna de las maneras. En ese instante se superpusieron el PP de derechas de sus contrincantes (que es el que da votos entre sus partidarios) y el PP posmoderno de Rajoy, que se los busca nuevos, con las espaldas bien cubiertas por los que le critican por lo que no es. Parece complicado, pero no lo será tanto cuando algo tan estúpido como un puñetazo irracional nos permite verlo tan claro.
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