Enrique / García-Máiquez

Desde la bola

Su propio afán

27 de diciembre 2015 - 01:00

VAGAMENTE recuerdo de mi adolescencia una película de uno que vivía en una bola de plástico. Tenía el muchacho una enfermedad del sistema inmunitario y no podía salir de una esfera aséptica. Yo no tengo ninguna enfermedad, pero sí una suegra, que nos invita a pasar la Navidad a Madrid. Y mi sensación es exactamente la del tío de la bola esterilizada. Diría que estoy encerrado en una enorme bola de Navidad, una de ésas colgadas del árbol, idea que incrementa la sensación térmica de la claustrofóbica calefacción de Madrid, que me tiene rodeado. Además de que (el contenido va cogiendo la forma del continente) me voy poniendo como una bola, comida sobre comida, cena sobre cena, campana sobre campana…

Aquí estoy, pues, lejos del Diario de Cádiz en papel, y la conexión de internet no rueda como debiera y, en cualquier caso, leer las noticias en una pantalla pequeña no es lo mismo. Aunque se charla constantemente, no se hace de política porque con la familia política, ya se sabe: es como mínimo una redundancia. También estoy apartado de mi ordenador y tengo que escribir estas columnas en el móvil, apretando la vista.

Quiero dejar claro que le estoy muy agradecido a mi suegra. Por supuesto, como decía en un memorable poema Francisco Fortuny, por el detalle impagable de haber dado al mundo y haber criado tan bien a mi mujer.

Con una suegra uno tiene una deuda de por vida. También por el detalle de las navidades en su casa, donde nos apretamos tan felizmente. Pero este año en concreto por la bola en la que estoy pasando estos días, aislado del embolado post-electoral.

En mi casa viviría obsesionado con el ruido y la furia de las noticias políticas y deshojando la margarita (¿o es la rosa?) de Pedro Sánchez, que tiene que decidir con quién une su destino, si con Rajoy, si con Iglesias, vaya alternativa, el pobre. No habría rumor en Twitter que no despertase mi curiosidad. Leería las columnas de opinión hasta entre líneas.

Lo bueno es que sería para nada, porque ahora se están dando los primeros pasos, que no tienen más finalidad que matar el tiempo, despistar al contrario y tomar posiciones antes de empezar la partida. O sea, algo que el interesado en el futuro de España bien puede ahorrarse. Le debo, pues, a mi suegra, entre tantas otras cosas, mi noche de paz, noche de amor. En las actuales circunstancias, no es poco. Y además, ya me llaman, de nuevo, a comer, o a cenar.

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