Enrique / García / Máiquez /

Rivera, equilibrista

Su propio afán

10 de marzo 2016 - 01:00

HACE días nos sorprendíamos del descentramiento de Rivera, entregado al PSOE hasta el extremo de defender con más entusiasmo que Sánchez a Sánchez. Si nos salió más mandarina que naranja por lo fácil de pelar, empezaba a parecer pomelo, por los gajos rojos y el sabor ácido del zumo para la mayoría de sus votantes, procedentes de la derecha. Pero eso era hace unos días. Ha vuelto a corregir su posición. Va por la cuerda floja del centro ayudándose de un palo para mantener el equilibrio, y unas veces lo inclina a la derecha -y da un palo-, y otras a la izquierda -y da otro palo-.

Ahora ha dado dos. Quizá pase más desapercibido el palo a la izquierda, pero ahí está: ha recordado que Sánchez no tiene por qué ser el presidente. Que el acuerdo entre ambos es programático, no de personas. Es maquiavélico porque Sánchez lleva meses sacrificándolo todo a su ambición de ser presidente y porque todos, menos él, sabemos que no tiene votos para serlo. Es meter el dedo (o el palo) en la herida. Y Rivera se desembaraza de la imagen de escudero.

El palo a la derecha es más palpable. Se trata del veto personal a Rajoy. ¿Ha hecho algo Rajoy, ganador de las elecciones, que le incapacite?, se preguntaba José María Albert de Paco en una piadosa columna. No; pero tiene en contra su índice de popularidad, su renuncia a la investidura y consiguiente pasividad, la corrupción a su alrededor, el hecho clave de que los votantes de la derecha de Rivera lo son por hartazgo con Mariano y, sobre todo, la doble necesidad de C's de involucrar al PP sin perder su halo centrista.

El halo y el foco, porque todos los ojos se fijan en el hombre de la cuerda floja, que fue, no lo olvidemos, el que menos votos sacó de los cuatro grandes y cuyos escaños, encima, no son realmente decisivos en ninguna de las combinaciones de gobierno. Pero Rivera ha aprovechado el pavor a Podemos, erigiéndose en ángel flamígero que lo expulsa del pacto con el PSOE; ha aprovechado la necesidad de cariño de Sánchez, que no lo tenía ni en casa; está aprovechando las debilidades de Rajoy; y aprovecha hasta su propia escasez de votos, pues así puede presumir de que él no quiere sillones. Pocas veces con menos se ha conseguido tanto (ni se ha sido tan implacable con tanta suavidad de maneras). Nadie dijo que el centro no fuese cruel. No es extraño que muchos le odien, que no deja de ser otro modo de concitar todas las miradas.

stats