El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Su propio afán
NO todo el mundo puede tener a nuestras Fuerzas Armadas en la veneración que les guardamos otros. Quizá no es indispensable haber leído a Saavedra Fajardo, a Baudelaire ("Sólo son grandes entre los hombres el poeta, el sacerdote y el soldado. El hombre que canta, el hombre que sacrifica y el que se sacrifica") o a Cristian Campos y su vibrante reportaje sobre los grupos de fuerzas especiales, pero, en todo caso, hay que entender el sacrificio, la abnegación, la belleza del orden, la dignidad de la jerarquía y el espíritu de servicio para sentir las auténticas virtudes militares. A Ada Colau y compañía no les vamos a exigir un sentimiento.
Ahora bien, como ejercen cargos públicos, sí hay que pedirles sentido común. Despreciar y expulsar al ejército en público como han hecho es una muestra de ignorancia. Pese a la manida broma del oxímoron, la inteligencia militar es un pleonasmo. Cualquier inteligencia tiene que ser militar, porque a nadie con dos dedos de frente se le escapa que pocas instituciones son tan imprescindibles. Donde la potestad no se ostenta al servicio de la autoridad, se imponen automáticamente la fuerza bruta y la violencia.
Sin olvidar nuestro mundo complejísimo, de fronteras virtuales y amenazas ubicuas. El oficio de las Fuerzas Armadas no es matar, como corean los simples, sino evitar que nos maten físicamente y como nación íntegra y libre, que bien puede ser lo que irrita.
Por lo menos, estos antimilitaristas de salón podrían echar mano de la memoria, y del agradecimiento. ¿Cuántas veces han intervenido nuestros militares en auxilio de la población en caso de inundaciones, incendios u otras tragedias civiles? Lo ha advertido Gómez Dávila: "Aquellos cuya gratitud por el beneficio recibido se convierte en devoción a la persona que lo otorga, en lugar de degenerar en el odio acostumbrado que todo benefactor despierta, son aristócratas"; aunque esto le sonará a chino a algunos.
Como mínimo, en Podemos, tan politólogos, podrían agarrarse a lo más bajo, que es su propia conveniencia política. El Ejército es una de las instituciones más valoradas por los españoles. Por eso fichó Iglesias al ex JEMAD Rodríguez y a nuestro diputado por Cádiz, el guardia civil Juan Antonio Delgado, que algo tendrían que decir, ¿no? Con estos gestos, Podemos se erosiona electoralmente y se descalifica como partido de Gobierno y socio de cualquiera que se precie un poco.
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