El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Su propio afán
PARA escribir de la carta de Pablo Iglesias, tenía que leerla. Sentí miedo: sufro diabetes literaria y he de cuidarme de textos saturados de azúcar. Pero en cumplimiento del deber, me lancé. No quedaba otro remedio, porque la misión del columnista, caballero sedente, es desfacer entuertos y enmendar errores. Y la primera carta de Pablo a los perroflautenses está dando pie a un error de análisis.
Se extrañan los expertos de que algo tan cursi ("Defender la belleza", que así se titula la epístola, suena a Benedetti), algo tan poco serio (con ese papel de malo de cómic que atribuye a "los sectores oligárquicos"), tan de alipori ("diciéndoos que os quiero", mientras se fulmina a Sergio Pascual, lo que añade ese morbo, tan de serie B, que quiere compensar la cursilería, y la agrava), tan autosatisfecho ("esa belleza que nos es propia"), tan etc., pueda tener cinco millones de votantes. Y ahí está el error: no los tiene a pesar de eso, los tiene por eso.
Lo explicaba C. S. Lewis. Situado ante el enigma de por qué se vendían tantos libros dudosos, concluyó que se compraban porque lo eran. La literatura mala exige muchísimo menos, pues tira de tópicos, que ya se traen asimilados, de frases manidas, que no hay que desentrañar, de adjetivos adheridos, de cultura de bisutería y de argumentos mistéricos, que convencen mucho siempre al que tampoco termina de captar los racionales. Todo con un fin: adular al lector.
Se ve bien con las series que gustan en Podemos. House of Cards bebe de Macbeth, pero la gente (oh, la gente) prefiere House of Cards. Juego de Tronos saquea Enrique VI y Enrique V, pero nadie tiene la curiosidad de ir a esas obras ni de ver The Hollow Crown, que también es una serie, aunque, ay, de una calidad superior y fiel al texto de Shakespeare.
Podemos nace al abrigo de la crisis, jaleado por la corrupción, pero su base es el descenso de los niveles culturales y personales de una sociedad adulada sin recato y sin tasa durante años. Todos los partidos son cursis, Podemos un poco más, sencillamente. Una generación a la que se ha llamado "la mejor preparada de la historia" es su caldo de cultivo ideal. No tendríamos que extrañarnos, sino poner por delante la autocrítica, el esfuerzo, la búsqueda de la excelencia… Toda esta retórica almibarada se disolvería como un azucarillo. La solución es fácil, pero será difícil, porque aquí nadie quiere privarse del dulce.
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