Enrique / García-Máiquez

De bares

Su propio afán

03 de abril 2016 - 01:00

SIGO enredado con las cuerdas vocales y he de guardar absoluto silencio, aunque aquí no se nota porque hablo con los dedos. Busco bares esquinados para administrarme mis dosis diarias de café sin tener que mantener una conversación con un conocido u otro. Como a los dos días parando a tomar café en un sitio, el público habitual te acoge, y empieza a preguntarte cosas, he ido rodando. He hecho un gran trabajo de campo.

Si alguna vez me atasco y no sé de qué escribir, bastará ir a cualquier bar con una libreta. Alrededor de la barra, se ve un derroche de ingenio y de comentarismo político local, nacional e internacional que ríete de los tertulianos más reputados.

Los clientes son mayoritariamente conservadores, lo sepan o no. Hay una constante defensa de las tradiciones, una admiración por las viejas virtudes cívicas, una indignación contra la demagogia y un sentido común que pueden cortarse, de lo sólidos que son. Puede que las redes sociales sean de izquierdas, pero los bares, no. Y eso me lleva a preguntarme por qué la derecha española no ha sido capaz de conectar con ese público natural suyo tan bien como la izquierda lo ha hecho con los propios de internet. Quizá la única que sabe guiñar a ese nicho electoral es Susana Díaz, pero no siempre, y por la espalda de su partido.

Muchos de los parroquianos, a los que yo -del bar en el ángulo oscuro- escucho con el rabillo de la oreja mientras leo a medias un libro, muchos, digo, defienden ideas y posturas tan conservadoras que el PP no se atrevería a sostenerlas ni en una conversación en off. (Lo que tampoco es extraño, porque el PP no se atreve a casi nada.) Y en todos los ámbitos, además: la memoria histórica, la economía, los derechos laborales, la inmigración, las libertades, la soberanía nacional, la corrupción política o las políticas familiares y educativas.

No hay que olvidar que el PP está dominado por altos funcionarios -registradores, abogados del Estado, etc.-, obsesionados por ganarse el aplauso de los medios de comunicación y que se creen, encima, de centro. Cuánto les despertarían dos o tres cafés diarios por los bares recónditos de España, entre gente más común y corriente. Primero, porque esos votos les hacen mucha falta y, segundo, porque sería un peligro que surgiese otro partido populista, como Podemos, pero esta vez de derechas, que, de seguir así, llegará como pasa en tantos lugares de Europa.

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