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COMO estos artículos los leen, a veces, algunos profesionales o amantes y curiosos de la arqueología e historia de las tierras fenicias, tartesias, griegas o romanas, ya sabrán que el pasado 27 de marzo falleció José María Blázquez Martínez en Madrid, quien el próximo mes de junio cumplía noventa años y llevaba trabajando, enseñando, estudiando, investigando y publicando más de setenta años. Y se ha ido regalándonos una obra magistral de miles de páginas, sin que se pueda prescindir de ninguna, y miles de ideas y teorías. Ha sido catedrático de Historia Antigua en las universidades de Salamanca y Complutense de Madrid, director durante muchos años del Instituto Rodrigo Caro del CSIC, y desde 1987 Académico Numerario de la RAH. Y un etcétera sin fin de distinciones y doctorados honorarios de muchas universidades españolas y extranjeras. Habrá que computar algún día el número de sus publicaciones, que llegarán con seguridad a poco más de las cuatrocientas, entre libros y artículos. Una vida, en fin, dedicada a lo que le hacía feliz, al estudio con pasión de la historia antigua de la Península Ibérica y del Mediterráneo. Y así es reconocido en cualquier universidad o institución científica de cualquier lugar. He tenido ocasión de comprobarlo para mi satisfacción, porque tuve la fortuna de trabajar con él, de aprender de él, de publicar y firmar con él y de ser su amigo. Siempre he mantenido que la vida es el aprendizaje de los mejores y con los mejores. Lo que se cumple con él.
Pero quizás no todos sepan que tenía un piso pequeño en Cádiz, junto al mar, donde descansaba, escribiendo y trabajando, un tiempo en verano. Y sobre todo, que un porcentaje alto de sus publicaciones están dedicadas a la historia y arqueología de los tartesios y fenicios occidentales, de los semitas del suroeste peninsular, y el resto a la misma zona, pero de época romana. Una vida, en suma, escarbando en la historia andaluza. Publicaciones que han dado a conocer al mundo de la ciencia esta región nuestra más que cualquier otro investigador que, con mucho menos y de menor importancia, es reconocido sin tanto merecimiento. Pero éste es un país donde habita el olvido, escribió nuestro olvidado y gran poeta Luis Cernuda. Pero su nombre y su obra ya están cinceladas en la losa de piedra eterna que forma el dintel de la puerta de la Historia, por sus merecimientos sobrados.
El profesor Blázquez ha pasado la mayor parte de su vida trabajando en silencio, sin descanso, sin alharacas y sin promociones preparadas, como se suele hacer en estos tiempos a poco que se escriba algo, siquiera una página con garabatos, con importancia o sin ella. Y ha dedicado su tiempo haciendo magisterio, creando investigadores, ayudando a todo el que lo solicitaba. Y jamás se atribuyó una sola idea que no fuese suya como propia, siempre citando, a veces demasiado, dando demasiadas gracias por algún pequeño dato aportado, e incluso a quienes empezábamos y no teníamos ideas de nada, sólo de parecernos al maestro.
¿Qué se puede decir de alguien que ha acumulado tantos méritos, que ha sido tan humano? Sencillamente, gracias profesor, gracias maestro, gracias por haber sido tu amigo. Te fuiste, José María Blázquez, sin molestar y en silencio, como siempre has hecho, pero tu recuerdo, tu obra es ya inmortal, como Argantonio, Trajano o Gerión y tantos otros que viven en la muerte, a quienes estudiaste con tanta pasión y has dejado escritas páginas tan bellas.
Nos veremos algún día en el Bosque Sagrado, en el lugar convenido, donde reposan todos los soñadores de la Historia y de los Mitos. Hasta luego, amigo y maestro.
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