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SOY un firme partidario de las segundas oportunidades. Las ves venir de lejos y con la rabia de la que perdiste; y no estás para dejar que pase de nuevo en balde y se vaya de rositas. Así está o debería estar Pedro Sánchez, al que desde el principio aconsejé la gran coalición. Convertido en garante de la estabilidad institucional de España, con un ministerio de postín y con otros dos o tres ministerios y muchos puestos para sus afines, se iría construyendo un perfil presidenciable para las próximas elecciones y se amarraría el liderazgo en el PSOE.
Obcecado con una presidencia para la que los resultados no acompañaban, no quiso a la primera. Y para ello tuvo que arrinconar sin piedad a Rajoy. Pero no le han salido ninguna de sus cábalas. Ahora puede volverse al PP. Rajoy, también obcecado en su presidencia, lo acogerá con los brazos abiertos, y pelillos a la mar. Seguro que, con tal de quedarse él, Mariano acepta buena parte del acuerdo PSOE-C's.
A Sánchez gracia no le hará, pero no hacerlo es firmar su desgracia. Imaginemos que, en el mejor de los supuestos para él, vuelve a presentarse de cabeza de lista del PSOE. ¿Qué motivación va a tener el votante socialista para votarle? Un votante partidario del pacto utópico con Podemos, ya votará directamente a Iglesias. Y si no, podrá votar a Ciudadanos que sí quiere hablar con el PP para aplicar el programa reformista que tan contentos firmaron en el PSOE y aprobó la militancia socialista. Votar a Pedro Sánchez sería hacerlo a quien no puede pactar a la izquierda, no suma por el centro y no quiere con la derecha.
Todavía tiene la línea roja del comité federal a pactar con el PP, sí. Pero voces autorizadas del socialismo histórico ya abogaron por la gran coalición, en Europa sería aplaudido hasta con las orejas y, si está basado en el acuerdo aprobado por las bases, no habrá ninguna incompatibilidad programática. No siendo numéricamente necesario, a Albert Rivera sí puede dársele un papel, que él necesita, como pontífice, esto es, como constructor de puentes entre izquierda y derecha. Esto beneficiaría a Podemos, que evitaría las elecciones y que se haría con la oposición, pero Podemos va lastrado por sus contradicciones internas y por su breve historia, pero largo historial. Según la teoría de juegos, una solución se adopta cuando es la menos mala para todas las partes. Siempre y cuando las partes sean inteligentes.
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