Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
Su propio afán
HABLE de lo que hable, dos constantes comentaristas de mis artículos insisten en exigirme que exhiba y fustigue la corrupción del PP. Me asombra que quien muestra tan poco interés en lo que digo lo tenga en lo que yo pueda decir. Tampoco entiendo la necesidad de que alguien les informe de lo que ya saben de sobra. Pero lo que más me pasma es que no me exijan que hable también de los ERE, por ejemplo, que es un caso de corrupción que he tocado aún menos que los del PP, o de los Pujol.
En realidad, hablo muy poco en mi columna de corrupción, si acaso la pongo como ejemplo, como consecuencia de otra causa o como símbolo. No la hago el fuste de mis columnas porque creo en la separación de deberes, que es el paralelo de la separación de poderes. La corrupción está perseguida por leyes, jueces, fiscales y fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Hacen todos, como salta a la vista, un trabajo espléndido, para el que se les paga más o menos bien y que está, sobre todo, regulado de forma que se guarden escrupulosamente las garantías procesales y la presunción de inocencia. Hay, en mi distancia de la corrupción, un reconocimiento de mis límites y un reconocimiento a las instituciones.
Además, están los reporteros e investigadores especializados de la prensa, que hacen un trabajo de campo extraordinario; y una opinión pública cansada y asqueada con mucha razón, que enseguida hace un marcaje cuerpo a cuerpo. Yo, seamos sinceros, no hago ninguna falta.
Pero no me canso de denunciar jamás otra corrupción del PP. El abandono de sus principios, el incumplimiento del programa -la bajada de impuestos o la derogación de la ley Aído del aborto, entre otros-, la deserción en la batalla cultural e ideológica y el desamparo de la clase media. Esta corrupción política, no económica, no está perseguida por la ley, y sería invisible, porque es rentable, si algunos no la denunciásemos. No se me puede acusar de ser condescendiente con el PP, al que exijo más que a los otros partidos, porque se aprovecha más del voto conservador. Si son capaces de sostener el aborto eugenésico o de alentar las leyes de género o de rendirse a la políticamente correcto, luego la corrupción económica no me extraña demasiado, la verdad. Del "Todo lo que importa es la economía" al "Todo por la pasta" hay una delgada línea. Y celebro que la justicia y la opinión pública sean entonces implacables, por supuesto.
También te puede interesar
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
El catalejo
Tensión en los astilleros
El microscopio
La prioridad de la vivienda
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Guante blanco
Lo último