La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Su propio afán
HA tenido mucho eco el currículum alternativo que ha publicado Johannes Haushofer, prestigioso profesor de Princeton. Consiste en recolectar sus fracasos en lo que yo hubiese llamado un Currículum Vacui. Son numerosos, porque, según afirma, "la mayoría de lo que intento fracasa, pero los fracasos con frecuencia son invisibles". Reconoce: "La idea no es mía, sino de Melanie I. Stefan". Incluso se marca el golpe de humor de avisar que su lista no está completa, porque otro fracaso suyo es la mala memoria, de modo que, si alguien tiene un C.V. más repleto de fracasos, tiene mejor memoria y ha fracasado menos que él. Tras enumerar las revistas que no le publicaron y las becas que no le dieron, remata con el meta fracaso perfecto: el hecho de que su Currículum Vacui haya recibido más atención que nada que haya escrito por muy serio y académico que fuese.
Lo único que no me gusta es el carácter ejemplarizante, altruista y autosatisfecho que ha dado a la cosa. Su intención explícita es que nadie se agobie ni se culpabilice al contemplar los evidentes éxitos de su carrera de profesor universitario. No lo veo claro, porque eso veda al fracasado auténtico la posibilidad de hacerse un Currículum Vacui. Y para más inri, si el exitoso acumula fracasos, pero le terminó yendo de maravilla porque, encima, tuvo resiliencia a espuertas, perseverancia y positividad, es muy capaz de hundirnos más.
El verdadero interés del experimento estriba en que es una excusa para el humor. Y, con suerte, una oportunidad de juzgar cómo reparten las universidades sus plazas, las instituciones sus becas, las empresas sus puestos, las revistas sus publicaciones, etc. Lo que podría enquistarse (agazapado en la memoria) como un trauma, sacado a la luz pública se transforma en una ocasión de que los organismos examinen su conciencia. Siempre defendí que los premios literarios ganarían mucho de saberse qué libros no premiaron para, tal vez, bochorno de los miembros del jurado.
Es una lástima (¡un fracaso!) que, entre los precedentes, ni Haushofer ni Stefan citen a Wislawa Szymborska, que tiene un enorme poema sobre el currículum. Viene a defender que se incluyan también la intimidad y los sentimientos. Más allá de la biografía y de los títulos, la vida y los pálpitos. Es un poema precioso, pero un propósito que escapa al currículum y al que sólo puede aspirar -por eso es imprescindible- la literatura.
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