Enrique / García-Máiquez

La talla elástica

Su propio afán

22 de mayo 2016 - 01:00

EN mis artículos "El chasquido del chaqué", "La chaqueta estrecha" y "El pantalón a presión", "La camisa de fuerza" y "La corbata asesina" he ido rindiendo honores a lo largo de los años a aquel finísimo artículo de José María Pemán titulado "Gloria y dolor de la etiqueta". Allí se formula la ley Pemán, según la cual: "Todo el que se viste de etiqueta ha engordado siempre". En realidad, a pesar de la crisis, aquí todo el mundo ha engordado, sólo que con las t-shirts y los pantaloncitos cortos se nota menos. Lo nota menos el interesado, quiero decir; los demás, más y más cuanto más suelto. El que se viste de chaqué o de chaqueta, en cambio, lo nota en sus propias carnes.

Con el mes de mayo y las primeras comuniones, podemos comprobar cómo la ley pemaniana sigue vigente. Yo, este año, le he cedido a la vida un boquete de mi cinturón, qué remedio. En principio, diría que he ganado en comodidad, pero en la conciencia me aprieta la adquirida soltura. Resuena como un remordimiento la advertencia de Vicente Núñez: "Todas las posturas incómodas son elegantes". Y me ahoga, sobre todo, la metáfora política.

Porque a los nacionalistas llevamos treinta años soltándoles todos los cinturones del mundo y comprándoles unas tallas mayores, para que, niños mimados y mórbidos, se sientan cómodos. Y ellos van y enseguida engordan más y vuelven a rasgarse las vestiduras, y volvemos a empezar. La relajación en el vestir y en el peinar de nacionalistas de chancleta y camisetas por fuera es un símbolo de la que quieren para su estructura legal. Mucho t-shirt constitucional. El traje formal, que siempre es la ley, les repele como el agua a un gato.

Se ha visto con la cuestión de las banderitas estrelladas y la final de la Copa. Los que no permiten la bandera española oficial en sus estadios se han rasgado las vestiduras porque no se les permitiera una que ni es oficial ni transmite otro mensaje que el de la confrontación política. Lo de la Copa del Rey se ha convertido en el cáliz que el rey tiene que apurar hasta las heces una vez al año, el pobre. Y a éstos, tantos quieren comprarles otro traje, llamado consulta o referéndum o Estado Federal, para que se sientan siempre muy cómodos. ¿Por cuánto tiempo y a qué precio?

Menos mal que aún me queda mi vieja chaqueta estrecha. Me recuerda, pasándome su abrazo férreo por mis lomos, lo importante que es contenerse, no desbordarse a cada paso.

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