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QUE alguien se te acerque y te diga que te lee, sencillamente, dos palabras, tres sílabas: "Te leo", es una de las mejores sensaciones que puede tener un columnista. Últimamente algunos lectores añaden que, con las dificultades invencibles para formar gobierno y la campaña en ciernes, hablamos demasiado de política. Va cundiendo el cansancio. Y me animan a escribir de otras cosas.
El cliente siempre tiene razón, cuando la tiene, como es el caso. Y, además, acuciante y paradójica. Porque si hay algo que le hace falta a la sociedad española actual es, en efecto, ampliar su campo de acción y de reflexión; pero entonces resultará imposible no hablar de política en sentido amplio y medio plazo.
Estos últimos meses nos pueden haber dado la impresión de que la política son las tácticas para hacerse con un sillón o no perderlo. Tácticas que han tenido, desde luego, su interés, como una partida de ajedrez cruzada con una timba de póker. Pero la política es más y, si hablásemos menos de pactos, estrategias y campañas, estaríamos hablando mucho más de política auténtica.
Si la reducimos a las maniobras para alcanzar el poder, dejamos fuera, por indiferencia o por dogmatismo, zonas vitales de la realidad. Un ejemplo de indiferencia: el invierno demográfico que se nos viene encima, del que casi nadie habla, como si fuese tabú. Y, paralelamente, un ejemplo de unanimidad. Caí el otro día en una cuenta de Twitter de Nuevas Generaciones del PP y quedé asombrado de hasta qué extremos han hecho suya la doctrina del lobby LGBT, sobre la que apenas cabe debate público. Impera una práctica unanimidad transversal en los partidos y en los medios. Yo no soy partidario de fastidiar a nadie ni de negar derechos, si los hay, pero estamos ante un tema complejo y que se asuma e imponga una tesis monolítica no ayuda a nadie. Existen homosexuales heterodoxos con el neo dogma y críticos con las doctrinas del lobby gay. Un espacio de sana discusión respetuosa haría bien a todos.
Por eso, hablar de cultura, de sociología, de intimidad, incluso, no deja de ser, a medio plazo, hacerlo de política, aunque de una mayor y mejor de la que cansa a los pacientes e impagables lectores. Igual que todo lo que aspira a la verdad y la ama es filosofía, aunque sea humilde o anónima; y todo lo que busca la belleza es poesía secreta; todo lo que apunta al bien social es política de fondo. A ésa hay que apuntar.
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