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EL logo y el lema de Podemos para la neocampaña o la requetecampaña son estupendos. En todos los sentidos: como táctica política suya y como ventana nuestra para comprenderles mejor. Han escogido un corazón, por supuesto multicolor, porque el multicolor es el nuevo rojo, para subrayar su lado amable. Es una primera pista: lo que más miedo le da a Podemos es el miedo que dan. Un retruécano que los partidos rivales explotan, el PP desde el principio y Ciudadanos cada vez más.
Forrando de corazones su campaña como las adolescentes sus carpetas, Podemos transparenta, sobre todo, su apuesta por los sentimientos. Pablo Iglesias es todo corazón, como Chávez en 2012, que usó el mismo logo. Sentimental, sensible, sensitivo, Podemos pierde el equilibrio con la sensatez y el sentido común que propugnaba Jane Austen en Sentido y sensibilidad. Su táctica es ganarnos por las emociones. Su argumento es el pálpito. Con ello cae de lleno en uno de los tics más inquietantes de la política y de la sociedad actuales: el imperio de la emotividad y la alergia al análisis. Ser "todo corazón" es no dejar espacio a la cabeza. Entre la realidad y el deseo, ellos escogen el deseo, que es la mejor manera de reventarlo contra el muro de la realidad que no se tuvo en cuenta.
Si eso lo deja claro el corazón, víscera confusa y escondida, no digamos ya el lema, a flor de labio: "La sonrisa de un país". Se repite el mecanismo. Por un lado, la intención de Podemos vuelve a ser la de espantar el espanto. "Ved, sonreímos, tranquilos", nos tranquilizan. Aunque ante cualquier sonrisa lo primero es preguntar: "¿De qué te ríes?"
Y aquí el propio Pablo Iglesias resulta inquietante. Habla de su sonrisa "frente a los que quisieron borrar la sonrisa de la gente". Atención a ese "frente" que no es, ni por asomo de homonimia, la de la cabeza, que ya hemos visto que no, sino el frente beligerante. Hablan de una sonrisa como ariete. A la lucha de clases la llaman lucha de sonrisas por si así se disimula un poco que sigue siendo lucha, aunque tampoco pueden disimular demasiado, porque tienen mucha base que se alimenta de la beligerancia. Su conflictividad congénita ya la asoció Iglesias a las sonrisas cuando proclamó, militarizante: "La sonrisa está cambiando de bando".
Dejan tan claras sus intenciones y sus implicaciones que, cuando vi el logo y el lema, el corazón me dio un vuelco, se me escapó una sonrisa.
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