El catalejo
Tensión en los astilleros
Su propio afán
EN el debate cada cual dio lo mejor suyo. Rajoy estuvo serio; Rivera, agresivo de orilla a orilla, puenteando a Pedro Sánchez quizá para hacerle un favor, pero orillándolo en la nada; Iglesias fue muy moderado para los temerosos y muy morado para los partidarios, en imposible equilibrio; y Pedro Sánchez hizo lo que pudo, entre la espada de Podemos y la pared del PP (y el vacío de Ciudadanos).
Quizá la crítica menos discutible al debate sea que no se debatió. Se dirigen a sus propias canteras de votos. Miran mucho más a las cámaras que a sus contrincantes. Podríamos hablar de cámaras estancas. Cuando se nos daba una panorámica, se veía que estaban aprovechando que el otro hablaba para repasar sus papeles. Eso produce mensajes enlatados y una batería de eslóganes, que además se repiten en bucle con una machacona insistencia casi publicitaria. Se empieza pensando que el hombre es apenas materia; se deduce entonces que en política todo es economía y se concluye confundiendo la ideología con la mercadotecnia.
Más que en los desencuentros programáticos y formales, es en este envasado mental al vacío de los propios nichos de mercado electoral, donde mejor se explica, paradójicamente, la imposibilidad de los pactos de gobierno. Quien no discute en serio no puede ponerse de acuerdo en nada, más allá de la compraventa de ambiciones o su trueque para alcanzar el poder. Por suerte, los conjuntos de votantes tienen intersecciones. Podemos quiere morder la bolsa de votos socialistas hasta la yugular; y Ciudadanos la del PSOE y la del PP, y el PP recuperar el mordisco de Ciudadanos. No es talmente como si hablasen entre ellos, pero, al menos, comparten destinatarios. No dialogan, pero coinciden en los oídos de aquellos a los que se dirigen; y es lo único que sostiene la ficción de un debate.
Cuando un ciudadano no cae en absoluto cerca del interés del líder de un partido, entonces éste no habla para él y a aquél le resulta inútil escuchar, aparte de la pura curiosidad. Muchos de los que no entienden a Iglesias o a Rajoy solamente están en una longitud de onda -una longitud de voto- distinta.
Me pregunto si sería posible un debate auténtico, donde los interlocutores se hablasen y se escuchasen, como hacían los contertulios de La Clave, si recuerdan. Y me contesto que los mensajes se han simplificado tanto que se hace muy difícil. Tuvimos el mejor debate que podemos permitirnos.
También te puede interesar
El catalejo
Tensión en los astilleros
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
Notas al margen
David Fernández
Juanma Moreno se adentra en las tripas del SAS
El microscopio
La prioridad de la vivienda