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EL PSOE sigue cayendo a la vez que su importancia sigue subiendo. Su imagen es la de alguien que se agacha para coger la llave de la puerta principal. Pierde votos, pero gana peso estratégico. El PSOE, tras las elecciones, según las encuestas, tendrá que asumir el peor resultado de su historia y, sin solución de continuidad, decidir el futuro de España. Si entrega La Moncloa a su sempiterno rival o su novísimo enemigo. O PP o Podemos. O susto o muerte.
Leonard Bernstein cifraba en dos las condiciones ideales para una correcta toma de decisiones: tener un plan y no disponer de demasiado tiempo. La segunda de las condiciones ya está garantizada. La situación no alterará la que resultó de las primeras elecciones y, entonces, Pedro Sánchez prefirió intentar la escapada con Albert Rivera. Fue perder el tiempo. El pelotón les cogió pronto. Ahora sólo le queda un margen estrecho para decidir de quién es gregario.
La cuestión es, ¿tiene un plan? En todos los manuales de toma de decisiones se subraya la importancia de decidir cuando las cosas van bien. Porque cuando los resultados comienzan a torcerse, empiezan los nervios y la preocupación por salvar el pellejo.
Pedro Sánchez, si se cumplen todos los pronósticos, cercado por las críticas internas, por los cantos de sirena a un lado y al otro, por las presiones y por su ambición, tendrá que tener la cabeza más clara que nunca para tomar una de las decisiones más importantes de la historia del socialismo español. O echarse a la izquierda bolivariana, dando el poder al populismo, o instalarse en la socialdemocracia europea, optando por la gran coalición, o por activa o por abstención. Cualquiera de las dos posturas le acarreará contestaciones dentro del partido y entre sus votantes y le colocará, sin remedio, en un tercer lugar del panorama político. Pero alguna habrá de tomar. La que a la larga garantizaría la supervivencia del partido es una (la socialdemocracia), pero no es la que a la corta garantiza la supervivencia del líder.
Aunque la inercia y la táctica de la campaña empujen a hacer oídos sordos a esta problemática, en el PSOE tendrían que empezar a elaborar el plan (a lo Bernstein) para tomar la decisión correcta en la encrucijada que se les viene encima; y, además, un discurso que la explique. Es fundamental que tanto poder decisorio no se les suba a la cabeza, pero será difícil, porque van a estar muy bajitos.
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