El balcón
Ignacio Martínez
Un anfitrión desnortado
Calle Real
Adiós, semana, te has llevado a dos amigos, a dos personas muy queridas. Has traído mucha tristeza a mi vida. Primero a José Luis Espósito, tan de mi familia, tan amigo y tan bueno. Y luego a Uca Azcárate. Demasiado para tan poco tiempo, y sin saber nada. La iglesia de San Francisco llena a rebosar a las 10 de la mañana dice bien del aprecio que la ciudad sentía por el General de División de Intendencia de la Armada José Luis Espósito. Lo de Isabel Azcárate lo supe por un extraordinario artículo, uno más, de Jesús Núñez, doctor en Historia y Coronel de la Guardia Civil. Había fallecido en Majadahonda, Madrid. De pronto sentí su alegría, su entusiasmo, su liberalidad, su honradez intelectual, su cristianismo lúcido y valiente. En la red han recordado el triste episodio del fusilamiento de su padre, el Capitán de Fragata Azcárate, en los fosos de las murallas de Cádiz. Tomó partido por la República cuando el alzamiento y lo pagó con su vida. Muchos de los detalles de aquel luctuoso suceso lo supimos por ella, otros no nos lo dijeron quizás porque no tuvieron las pruebas. Porque el Capitán de Fragata Azcárate no era culpable de cosa alguna, salvo de la lealtad a la República, que no quiso traicionar, antes al contrario.
Fue el episodio terrible de la niña Isabel Azcárate, su madre y sus hermanos. El recuerdo de aquellos días de hondo luto eran recordados sin rencor ni odio alguno. Quizás esta experiencia traumática le sirvió para vivir una vida de gran lucidez, ya desde su niñez de alumna de la Compañía de María, cuyo carisma sintió hasta el punto de tomar los hábitos de esta institución religiosa fundada por Santa Juana de Lestonnac, por quien guardó toda su vida una profunda devoción por la labor emancipadora de la mujer a través del estudio y la educación, motor del pensamiento de la santa fundadora.
Logró por sus méritos intelectuales que la Compañía de María la enviara a estudiar a Roma, en donde se licenció y doctoró, lo cual fue un verdadero acontecimiento que le sirvió… para que acabara de misión en Chile, creo recordar. Su pasión investigadora le fue obstaculizada en su Comunidad religiosa, de la que se desvinculó una vez vuelta a España, ingresando en la Universidad de Cádiz, donde se jubiló como profesora de la Facultad de Ciencias de la Educación.
Imposible resumir aquí sus publicaciones, sus estudios, sus intervenciones en la Academia de San Romualdo, de la que era académica de número. Porque ahora mismo sólo veo su entusiasmo por la vida, por la gente; su alegría desbordante, su generosidad, su cercanía y su irreductible liberalidad. La libertad fue su pasión, el Evangelio su guía y la Iglesia su madre y maestra.
Se nos han ido dos isleños grandes, adiós semana, no vuelvas…
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