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UN amigo se lamenta en Twitter de su falta de originalidad, porque va a ponerse a escribir otro artículo en contra de Pedro Sánchez. El líder del PSOE se ha convertido, en efecto, en el muñeco del pim, pam, pum. Tiene mandíbula de encajador y carácter numantino, lo que le hace ideal para el golpeo. Yo tengo muy interiorizado, sin embargo, a Emmanuel Lévinas, que glosaba aquella sabia enseñanza del Talmud: "Si todos están de acuerdo en señalar a un hombre como culpable, soltadlo: es inocente".
Sánchez tuvo que hacerme caso cuando le aconsejé formar parte de una gran coalición, pidiéndose para sí el ministerio de Asuntos Exteriores, para ir baqueteándose y practicando inglés, y exigiendo para su partido otros dos ministerios de mucho gasto y poco desgaste político, como Fomento y Cultura. O que dejase formar gobierno para hacerse fuerte en la oposición. No hizo ni esto ni aquello. Se empeñó en el "no" hasta despeñarse. Pero si no es inocente del todo, tampoco es el culpable universal. Para cabeza de turco vale, naturalmente, aunque con una buena dosis de injusticia por nuestra parte.
No ha hecho presidente a Rajoy, es verdad, pero Rajoy no ha sacado ni a la de dos una mayoría definitiva ni ha sabido negociar más allá de cargarle (con éxito) el muerto. Pedro Sánchez es muy capaz de hundir al PSOE, cierto, pero los barones no le frenaron ni dieron el paso al frente ni cogieron el AVE ni nada más allá de algunos pellizcos de monja. No puede con Podemos, pero tampoco Podemos es el problema del PSOE, sino su síntoma. La socialdemocracia se ha quedado sin programa, en parte, porque sus medidas no funcionan y, en parte, porque su discurso progre se ha impuesto transversalmente y lo ha calcado el centro derecha y la extrema izquierda. Cargar sobre Pedro Sánchez el problema de la falta de ideas nuevas y el de las soluciones obsoletas del socialismo es señalar al primero que pasa. Ya verán ustedes, si no, lo que hace el próximo líder del PSOE.
Sánchez se ha convertido en el chivo expiatorio de un sistema incapaz de encontrar una salida a su propio laberinto; de una izquierda a la que se le desparramó el discurso por todos lados; y de un partido que no se halla. Él ha hecho méritos para estar en el meollo de tantas crisis, pero yo prefiero no caer en la trampa cegadora, casi un placebo, de pensar que la culpa de todo es de un solo hombre, ni siquiera de este Pedro Sánchez.
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