Enrique / García-Máiquez

Temple mágico

Su propio afán

01 de octubre 2016 - 01:00

ME da cierta vergüenza seguir con tanta fruición las peleas del PSOE. Me veo como asomado a la ventana, disfrutando de lo lindo de una pelea de vecinas en el patio interior del bloque. O en el colegio, cuando rodeábamos a los que iban a pegarse, gritando "Bronca, bronca, bronca, brón... ca", dejándonos arrullar por el afán informativo y sus volutas fónicas. Tanto bochorno nos produce que tenemos que darnos aire con un abanico de excusas.

Por ejemplo, la gobernabilidad de España, para no empezar con minucias. De lo que salga del follón, dependerá, nada menos, quién gobierna y si vamos o no a nuevas elecciones. No es moco de pavo. También hay otra excusa algo más vengativa. Teniendo en cuenta lo que ha traído el PSOE a España, no está de más que nos compense con un poco de espectáculo autodestructivo. Al PSOE tampoco lo va a conocer ni la madre que lo parió.

Sin embargo, prefiero abanicarme con Shakespeare. Hay un temple trágico en lo que está pasando, a pesar de sus dimensiones pequeñas, circunscritas a un partido en decadencia de un país anciano. Las pasiones humanas más grandes caben en los escenarios más estrechos. ¿Quién no ha detectado alguna vez en una reunión de su comunidad de vecinos o en un viaje complicado de amigos una tensión shakesperiana? Borges lo vio claro y escribió en "La trama" que en una traición entre gauchos podía representarse, fielmente, el mismísimo Julio César de Shakespeare, aunque el romano exclamase: "¡Tú también, hijo mío!", y el argentino, apenas susurrara: "¡Pero, che!" Borges concluye: "Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena".

Prefiero esta explicación no para darme un aire cultureta, sino porque también nos la detecto en nuestro día a día. La solución de un conflicto de trabajo o, ya por la tarde, un cruce de sonrisas en un pasillo de casa pueden tener un timbre épico o un cascabel lírico, respectivamente, entre Enrique V y Romeo y Julieta o, tal vez, La fierecilla domada, si las sonrisas son por una broma conyugal. La grandeza de Shakespeare es descubrirnos cuánto Shakespeare, quiero decir, cuánta grandeza o, mejor dicho, cuánta pasión, puede haber en nuestras vidas cotidianas y en los asuntos públicos más pequeños y enrevesados. Si la descubro entre mis rutinas, natural que alcancemos a verla en las batallas políticas de esta rabiosa actualidad; y un poco de Dante, también vemos: del Infierno, por supuesto.

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