La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Su propio afán
APRENDO el nombre de una plaza de El Puerto de Santa María ahora que se lo quitan. A la Plaza de la Tradición, que he cruzado tanto, le han puesto "del 14 de abril", precisamente. Como está a la salida del Real Club Náutico, siempre la vi, al bajarme de algún barco -con el leve mareo correspondiente y el sabor a sal en la garganta seca y la piel ardiendo-, como el epítome del frescor y la firmeza de la tierra. La sombra de sus pinos recibiéndonos. Curioso cómo podemos ignorar los nombres propios de tantos rincones transitados de nuestras ciudades; y qué paradoja que el afán de borrarlos los realce.
Debo dejar mis divagaciones metalingüísticas, melancólicas y memorialísticas, para centrarme en el hecho en sí. La Plaza de la Tradición ha cambiado, más que de nombre, de tradición, y ahora es un tributo a la tradición cainita de estas tierras, según la vio Antonio Machado. Podían haberle buscado a la plaza, si era necesario cambiar el nombre según la ley de Zapatero que Rajoy tampoco remendó, un nombre menos revanchista, más neutral.
Aunque yo prefiero que no se cambien los nombres. Quienes construyeron pusieron los que entonces pensaron más apropiados. Luego, el callejero conserva el aroma de la historia. Si el alcalde socialista y sus socios quieren honrar a la república con su plaza 14 de abril, que hagan una nueva, que todas las plazas son pocas, y dejen su sello en la ciudad con la autoridad de los constructores, y no con el juego de manos de cambiar unos rótulos.
El hecho, cogiendo distancia de lo local, también resulta sintomático de los problemas internos que confunden al PSOE. Es un partido que, a la vez, presume de bastión del sistema actual, una monarquía, y que añora irremediablemente a la república. Ni tengo espacio ni hace falta a mis lectores que les explique cómo esa contradicción está en la raíz de las chispas que saltan en los discursos del PSOE, en sus posicionamientos y en las reuniones en Ferraz. Quizá hasta merece la pena el cambio del nombre de la plaza por la explicación del subconsciente socialista que nos ofrece.
Yo, tan tradicional, no me irrito. Me emociona haber descubierto el nombre de la plaza por la espalda, y asumir el deber de contar a mis hijos la historia. A fin de cuentas, la tradición es eso: algo que se va a perder y no se pierde porque se pasa, casi en secreto, de padres a hijos. Nunca fue tan Plaza de la Tradición como lo será.
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