La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Su propio afán
CORRE el rumor de que la decapitación de Sánchez fue un acto de Estado. El hombre estaba dispuesto a pactar, dicen, con todos los populismos y todos los nacionalismos concediéndoles todos los sufragios y referéndums, vendiendo a España en su afán de llegar a la presidencia. Entonces, Susana Díaz, advertida por el CNI, La Moncloa y La Zarzuela, ahí es nada, aunó a los barones, y salvó in extremis al país. Yo no digo ni que sí ni que no, aunque es una historia espectacular que embellece demasiado los acontecimientos. Si los barones triunfantes se pidiesen una de encargo a un gabinete de comunicación o a un novelista de best-sellers, no se la habrían hecho más a propósito para redimirlos. Para la operación "Salvar al zarandeado PSOE" es redonda.
Redonda o triangular, no me deja tranquilo. Si es mentira, por los excesos de política-ficción que vamos alcanzando. Si es verdad, porque es peor. Y no tanto por Pedro Sánchez, que en el pecado lleva su penitencia, sino por lo que dice implícitamente de este país y de sus instituciones. Veamos.
Más allá de que el líder del segundo partido de España, con amplio apoyo en su ejecutiva y vastísimo en su militancia, fuese un piloto suicida, que muy prudente no se le veía, la verdad, más allá, digo, si la historia que circula es verdad, se deduce que, ante unos hechos de tal gravedad, tuvieron que intervenir para salvarnos los espías, el monarca y las fuerzas especiales del Partido Socialista. Quiero decir, que todo el mundo, en su cara B, esto es, a la sombra, se puso a mover los hilos para acabar con una maniobra que no tenía la más mínima cabida ni en nuestro sistema político, ni en nuestra Constitución, ni en nuestro Parlamento (con amplia mayoría constitucionalista) ni en el marco europeo ni en nada de nada. Que para frenar un disparate haya que armar tal follón interno, demuestra una confianza muy feble en la arquitectura institucional del país. De ser así, preocuparía -aun más que las ansias revolucionarias de nacionalistas y podemitas- la falta de seguridad de los otros en lo que defienden.
Prefiero, pues, que sea una operación de marketing a la que se le haya ido la mano de la fantasía. Una sobredosis de conspiranoia. Y ni así hace ningún favor a las instituciones, porque, quien no se crea la historia, las ve utilizadas de extras; y quien se la crea, las percibe inseguras y maniobreras. La crisis política sigue galopante.
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