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Su propio afán
EL gestor de la gestora, Javier Fernández, ha confesado con pesadumbre "que se le entiende mejor fuera que dentro". La pesadumbre contrastaba con el día en que la transparentaba: fiesta, y nacional; y en una mañana, encima, tan desapacible que todo invitaba a lo contrario: a estarse mejor dentro. Es una frase tan sincera que no puede ser políticamente acertada. Y además se cae de obvia.
Porque a Fernández no le han puesto para que le entiendan los de fuera, sino para que enmiende a los de dentro. Su trabajo no es recoger parabienes exteriores, que estarán prestos a darse, pues él viene para facilitar el gobierno, con lo que contenta a la mayoría que votó a Rajoy y a otro porcentaje por determinar que, sin haberlo votado, ya está o cansado de tanto marear la perdiz o temeroso de los efectos económicos del desgobierno. El problema lo tiene dentro, naturalmente. El votante del PSOE no quiere al PP y el militante menos, y ahí es donde Javier Fernández ha de ganarse el pan con el sudor de su frente. Viene a revertir años y años de un discurso del PSOE de demonización del PP que no empezó con Sánchez.
Por supuesto, entendamos su queja, primero porque ha recibido muchos aplausos de fuera (mediáticos y peperos) y le han ablandado, como lo hacen siempre los aplausos. Y segundo, porque las dificultades que nos ponen los de dentro duelen mucho más.
Chesterton dijo que una casa es más grande por dentro que por fuera, y es una imagen preciosa de la grandeza interior de la vida familiar. De cualquier partido político podría decirse lo mismo, pero con menos optimismo: el follón es más grande por dentro que por fuera. Adenauer hizo la taxonomía: "Hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido". Andreotti, muy en italiano, la plagió, complicándola y embelleciéndola: "En la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido".
Si los barones se empeñan, no habrá dificultades técnicas para una abstención técnica, pero el PSOE está prisionero del dilema del prisionero. Para todos sería buena la abstención, pero mejor para cada socialista es votar "no" a Rajoy. Pueden encontrarse, por tanto, con que el "no" les salga en la Ejecutiva, y resulte lo peor para todos. A Fernández no le queda mucho tiempo para resolver el dilema. Que lo pierda en quejarse en público, por más que le entendamos, no augura nada bueno.
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