yo te digo mi verdad
Manuel Muñoz Fossati
Mejor, como en Macondo
Su propio afán
EN Barcelona han organizado una exposición llamada Victòria. República. Impunitat i espai urbà. Consiste en la instalación en el epicentro sentimental del independentismo (en el Born Centro de Cultura) de la estatua ecuestre de Franco que estuvo en Montjuïc, aunque decapitada, y de otra, alegórica, de la Victoria, que estuvo en la Diagonal celebrando la ídem. Se ha montado un buen jaleo.
Hay quienes consideran ofensiva la instalación, no para el decapitado Franco, qué va, sino para los antifranquistas, pues hasta decapitado desazona. A otros les gusta, por la mofa. Esas actitudes pueden simbolizarse en las diversas posturas que se han producido durante la inauguración, entre los parabienes de los de Podemos y los paramales de los nacionalistas. Unos se han hecho selfies y otros han tirado huevos. "Selfies y huevos" habría sido un buen título para esta columna.
He preferido otro menos gracioso, más pedagógico. La francodependencia es la clave. No han terminado de quitar, con la ley de memoria histórica en la mano, los símbolos franquistas y ya están, ¡los mismos! (los mismos símbolos y los mismos que los quitaron), trayéndolos de nuevo. Hay un horror vacui progresista que no se resigna a renunciar al generalísimo. Se entienden contra Franco y, si no está, hay que reponerlo rápidamente. Como los camiones con regulares de Queipo de Llano (con perdón), van a circular en círculo (redundancia infinita) los iconos franquistas. Los que se quitan son los que se reponen, y vuelta a empezar.
Según Carl Schmitt, la política consiste en la dialéctica amigo-enemigo, y el gran enemigo del sistema del 78 ha sido Franco (cuyo régimen se disolvió voluntariamente en este sistema, pero eso son finuras). La insistencia en mantenerlo presente, convenientemente decapitado, lo que le da, por cierto, cierto estilo Luis XVI, no es baladí. Se trata de sostener artificialmente con vida la retórica de los últimos cuarenta años.
Desperdiciamos así una oportunidad de oro. Ya va siendo hora de que nuestra democracia inaugure una nueva confrontación. Eso sí que sería nueva política. Como enemigos propongo la corrupción, el gasto institucional desmadrado, la falta de sentido de la nación, la brutalidad de los nacionalistas, como se ha visto en Alsasua, el fracaso escolar, el paro, etc. No faltarían enemigos, y encima vivos, si nos dejásemos de dar vueltas a lo mismo, yonkis del antifranquismo.
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