La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Su propio afán
LOS académicos Francisco Rico y Arturo Pérez Reverte están batiéndose alatristemente con la fiereza de un duelo a espada. A batallas de sintaxis, campos de pluma. Los españoles tenemos una ancestral afición a las peleas entre escritores (como a las de gallos); pero convendría no cegarse en el espectáculo. Olvidemos, pues, los estirados desdenes de Rico a los éxitos de ventas de Pérez Reverte, los reveses de éste a la avidez del otro y la vieja amistad revenida, para centrarnos en los dos detalles, fondo y forma, de auténtica importancia en la disputa.
En el fondo, estoy con Pérez Reverte, que está irritado porque la RAE no concede amparo a los funcionarios a los que nos presionan para que usemos el lenguaje llamado no sexista, ése que consiste en destrozar el idioma a base de obviar la diferencia entre el masculino genérico y el sexo. A Pérez Reverte le revuelve el estómago que la Academia diga que, aunque desaprueba en abstracto ese uso del idioma y de la idiomo, considera que corregir las instrucciones un tanto totalitarias de los gobernantes que lo promocionan sería meterse en política. A mí también me lo revuelve, porque si hay algo político, es la lengua, y todas las ideologías tratan de tergiversarla. No se me ocurre una misión más necesaria y más noble de la Academia que defender al español de tergiversaciones interesadas y con segundas.
Pero en la forma, Rico ha soltado un golpe magistral. Señaló que en el mismísimo artículo en que Pérez Reverte arremetía contra el lenguaje de género, ¡lo empleaba! "Touché", tenía que haber concedido el novelista, aunque lo usaba muy leve y discutiblemente. En cambio, cambió el florete por el sable y arremetió con furia renovada. En el touché, sin embargo, estaba el toque, porque la Academia debería intervenir para zanjar el efecto contagioso. En privado, casi todo el mundo echa pestes del lenguaje no sexista, pero cogemos, ay, un micrófono o un bolígrafo, y se nos pega. La presión y el miedo a que nos acusen de machistas (como también hace Rico con Pérez Reverte) nos fuerza a perpetrarlo o, como poco, a dar algún rodeo lingüístico vergonzante. Pérez Reverte volvió del revés el ejemplar aforismo de Gabriel Insausti: "Nada como una exhortación para desbaratar un buen ejemplo". Su ejemplo distorsionaba su exhortación, pero era un gran ejemplo. O la Academia echa una mano o acabamos todos y todas con el género y la génera.
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