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Tensión en los astilleros
Su propio afán
LOS segundos mandatos de un político no suelen ser períodos de novedades. La consolidación de unas políticas, dirán los más partidarios, o la perpetuación de unos modos, según los más críticos. Creo que en el caso concreto de Mariano Rajoy se aúnan varios factores para que no vaya a ser ni lo uno ni lo otro. Dejaré para el último párrafo la razón más frívola, que es, además, y como no podía ser de otra forma, la que yo aporto al panorama.
Porque ya se sabe, aunque tengo que repasarlo, para que no parezca que yo no lo sé, que aquí han cambiado muchas cosas. Dentro del sistema de partidos, las turbulencias en el PSOE van para largo. El partido que tiene que llevar la voz cantante en la oposición empieza afónico. Dentro del parlamento, en cambio, los números son adversos al PP, y eso dará lugar a muchas turbulencias legislativas, que requerirán un Partido Popular más atento a las propuestas y a los proyectos de otros, con más cintura y juego de pies. Ya ha empezado a ponerlos en polvorosa, al meter en el congelador las reválidas. Desde fuera, las exigencias de recortes de la Unión Europea nos encontrarán entecos, exhaustos. Serán recortes más duros que los que hemos conocido por la sencilla razón de que hay menos de donde recortar y sabemos que no los harán jamás en la estructura del Estado y de la administración. Para rematar la panorámica, la cuestión del nacionalismo catalán se ha enquistado durante estos meses sin gobierno. El espectáculo nacional no ha ayudado nada y, en Cataluña, los nacionalistas, mientras tanto, han seguido a lo suyo. No hemos estado atentos, pero vamos a enterarnos. El desencuentro del PSOE con el PSC amenaza con romper otro puente más.
La última razón para que entremos en un período completamente inédito es la más curiosa: Rajoy, precisamente. Contra lo que su fama de previsible nos hacía esperar. Tras estos meses, de los que sale triunfador entre un campo de rivales reventados, queda claramente demostrada la eficacia de la táctica Rajoy, esto es, la de no moverse. Hasta ahora, la había tratado de disimular, diciendo que trabajaba como un mulo en la intimidad y esas cosas. Ahora se acabó el Rajoy vergonzante y vamos a asistir a un Rajoy radiante de rajoyismo. Esto nos pondrá nerviosos, naturalmente, a los que preferimos la acción, pero confiemos en que nuestros nervios se equivoquen, y el método siga sirviendo. Porque va a hacer falta.
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