La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Su propio afán
ANTEAYER decíamos que Sánchez había decidido, con su dimisión, no celebrar Halloween, sino Tosantos. Dejaba de ser el muerto viviente de los pasillos del Congreso y apuraba los frutos secos de su renuncia. Aspiraba a huesos de santo, postulándose como el mártir de la coherencia, confiando su resurrección a un congreso en loor de militancias.
Esa misma noche, en una entrevista evólica, Pedro Sánchez certificaba su aspiración a santo mártir de las izquierdas, de las que hizo constantes profesiones de fe, reconociendo a Pablo Iglesias como su profeta. Denunció las horribles herejías de su propio partido y repartió bulas entre los nacionalismos. Que es un hombre pétreo está fuera de toda duda y que sobre esa piedra quiere volver a la política lo dejó muy claro.
En principio, sobre el papel, estaba muy bien planificada su vuelta. El martirio del izquierdista auténtico a manos de la derecha, de los poderes financieros, de los medios de comunicación y de la mano negra en la sombra era la rampa de salida perfecta a la anhelada resurrección. Pero tipos de mártires hay muchos. Están los mozárabes cordobeses que buscaban voluntariamente la muerte y luego están los mártires como santo Tomás Moro, sin ninguna gana de ser inmolados, pero resignados a no salvarse a costa de renunciar a su conciencia. De toda la gama posible de actitudes, Pedro Sánchez ha escogido el martirio más histriónico. En la entrevista televisiva se echaba de cabeza a todos los cadalsos. No dejó persona ni poder con los que enemistarse ni dentro ni fuera de su partido. Quería acelerar el martirio, y le salió suicidio. Con lo que dificultó enormemente su posible resurrección, por razones teológicas, si no nos salimos de la metáfora, y, desde luego, prácticas. Se ha sellado la tumba desde dentro.
Se le vio rencoroso, instalado en su persona, poco ilusionante en el tono y en el ámbito, hablando mucho de su partido y del escaso tiempo de su responsabilidad, no del futuro de los españoles ni de proyectos para la nación. No parecen mimbres esos para ganar la secretaría general de un gran partido.
La favorecida de la entrevista televisiva de Jordi Évole fue la gestora del PSOE, que ha recibido una indiscutible legitimidad retrospectiva y prospectiva. No sé si Pedro Sánchez podría haber estado mejor, yo creo que sí, pero peor no pudo estar; que es lo mismo que puede decirse de su gestión del liderazgo del PSOE.
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